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8 de julio de 2009

Los tiempos de la Luna: Cuarto tiempo

CUARTO TIEMPO: LUNA NUEVA
Se puso muy nervioso cuando, habiendo ya anochecido, le dio por mirar al cielo, y no vio la Luna. ¡Tenía que estar! Era una noche de verano, totalmente despejada, y las estrellas brillaban por doquier. Sí, no había duda, los millones y millones de estrellas existentes seguían allí. No faltaba ni una. En cambio la Luna… ¿dónde estaba? Lo más hermoso del firmamento, ¡y no estaba! Tardó poco tiempo en sacar una conclusión en claro: alguien había robado la Luna. Y había que recuperarla.

Entonces empezó a tramar un plan. Un plan de emergencia, al que llamaría Amanecer Luna. Llamó a tres amigos y les contó lo que había pensado: Había que ir al gobierno, y pedirles que formaran un gabinete de crisis. Había que movilizar a la élite del país, y también a los ciudadanos. Tenían que traer de vuelta, cuanto antes, a la Luna.

De los tres amigos, sólo uno se mostró escéptico con el asunto, y no quiso participar en la operación. Los demás, tras varios intentos para convencerle, no lo lograron, de manera que decidieron no contar con él.

Pronto se dieron cuenta, gracias a un comentario del "camarada escéptico", como pasaron a llamar a su amigo que no participaba, de que era muy tarde para ir al gobierno, que ya estaría cerrado, y como Amanecer Luna requería rapidez, no podían esperar a que lo abrieran. Así que decidieron actuar solos, muy a su pesar.

Se organizaron de esta manera: Uno realizaría, lo más rápido que pudiese, unos panfletos informativos para la ciudadanía; otro, iría al monte a vigilar, permanentemente, los cielos, para ver si divisaba algún tipo de pista; el tercero, se dedicaría a reunir toda la documentación posible sobre la Luna, y así saber si la tenían escondida en algún lugar secreto, o si la Luna tenía costumbre de irse a algún sitio a menudo, por su propio pie, y si así era, ir a buscarle y decirle, inmediata pero amablemente, que volviera a su lugar natural, y a alegrar la vista al mundo por las noches. El "camarada escéptico" murmuró algo de que se trataba de esto último, de que la Luna se había ido sola, pero no le hicieron caso, porque los otros tres ya se habían ido, dejándole solo al chaval.

Habían acordado verse al día siguiente, a la misma hora, y en el mismo sitio, para comunicarse las novedades.

El camarada escéptico se fue a su casa, rascándose la cabeza. Allí durmió todo el día como un ceporro, hasta que se aproximó la hora concretada. Por tanto, se levantó de la cama, y se dirigió al punto de encuentro.

Cuando llegó, sus tres amigos ya estaban allí, desde hacía un buen rato. Los tres miraban al cielo con una sonrisa bastante boba en la cara. No estaba la Luna entera, pero al menos había un trocito.. ¡La Luna estaba de vuelta! El camarada escéptico quiso explicarles que era totalmente normal, que el hecho de que desapareciera la Luna, ocurría una vez cada mes, lo mismo que la Luna llena, que era una fase de la Luna. Los otros no le hicieron ni caso, se limitaron a decir que todo el despliegue de urgencia que habían realizado, había acojonado a los secuestradores, y que éstos se habían dado cuenta de que lidiaban con gente de armas tomar. Con gente muy lista. El camarada escéptico lanzó un suspiro de resignación, y se quedó, al igual que sus tres amigos, admirando la gran belleza de la Luna. O lo poco que había de ella, claro.

22 de junio de 2009

Los tiempos de la Luna: Tercer tiempo

TERCER TIEMPO: LUNA CRECIENTE

-Toda la puta vida igual. ¿Quién cojones se creen que son? Esto tiene que acabar. Tiene que acabar de una puta vez. Son todos unos hijos de la gran puta. ¡Hijos de la gran puta!

Eran altas horas de la madrugada cuando aquel hombre gritaba todo tipo de improperios mientras cruzaba el puente que atravesaba el río de su ciudad. Quería llegar a su casa, pero la borrachera que llevaba encima se lo impedía. Se paraba cada pocos metros, para seguir gritando, y, de vez en cuando, mirar puente abajo, clavando la mirada en las aguas del río. Poco antes se había gastado todo el dinero que llevaba encima, que no era mucho, en una combinación de licores espectacular, en una taberna cercana.

-Una botella de tu mejor vodka –dijo, nada más entrar en la taberna, el hombre. Se sentó junto a la barra.
-Aquí todos los vodkas son iguales –respondió la camarera, una mujer entrada en años, pero que aún mantenía un toque especial de juventud, rubia, y de estatura mediana.
-Me cago en mis cojones, dame una puta botella de vodka de una puta vez –y levantó, no sin esfuerzo, la cabeza, mirando a la camarera. Fue en este momento cuando la mujer vio los ojos del hombre, y descubrió desesperación. Desesperación que no le importaba de dónde venía, así que fue a por la botella.

Justo un instante antes de darle la botella a aquel hombre, le dijo que le iba a costar cara.

-¿Qué te crees, zorra? –Respondió- ¿Que no voy a poder pagar una puta botella de vodka? –y le quitó de las manos la botella.

A la botella de vodka le siguió una de whisky, una de tequila, y luego, otra de vodka. "Hay que ver qué aguante tiene este tipo", pensó la camarera.

Llegó la hora de cerrar y la mujer tuvo que levantar al hombre para sacarlo fuera del local. Le costó mucho lograrlo. En cuanto le dio un poco de aire fresco (y tan fresco, era una noche de heladas), el hombre reaccionó, miró a la mujer y murmuró algo que la mujer entendió perfectamente: "Sois todas unas zorras de mierda". "Que te den", dijo la mujer, y dejó tirado al hombre en un portal cercano. Se volvió para cerrar completamente el local, y se fue a su casa.

Aproximadamente dos horas después el hombre se despertó (ya que se había quedado dormido en el portal) y se puso a andar camino del puente, donde le hemos encontrado al principio de esta historia.

Finalmente, llegó a su casa. O, mejor dicho, a su portal. Allí estaba el portero, que tenía órdenes expresas del ayuntamiento de no dejar pasar a aquel hombre. El piso ya no le pertenecía.

Al portero no le hizo gracia verle aparecer, y menos en el estado en que iba. "Déjame entrar", le pidió el hombre. "Lo siento, yo...", respondió el portero.

-¡Déjame entrar, cojones! ¡Hijo de puta maricón!
-Señor, el ayuntamiento me ha prohibido...
-Cierra tu puta boca por una puta vez, cabrón, y déjame entrar.
-Usted sabe que no puedo.
-¿Qué no puedes, maricón? Te voy a decir yo si puedes, o no puedes –cogió al portero y le arreó un puñetazo en la mandíbula izquierda, que, para estar aquel hombre tan borracho como estaba, parecía mentira que pudiera pegar tan fuerte. El portero cayó al suelo pegando un alarido horrible.

El hombre, tambaleándose, se quedó patidifuso, observando al portero. Unos segundos más tarde, comenzó a llorar, y subió a su piso.

-¡Recoja sus cosas y váyase! –Gritó el portero, aún en el suelo- ¡Eso es lo que tiene que hacer!

El hombre farfulló algo ininteligible, y, a duras penas, llegó a su piso. Abrió la puerta (tras varios intentos de encajar la llave en la cerradura), donde estaba pegado un papel del ayuntamiento, que indicaba lo que ya se sabe, que tenía que desalojar el piso. Entró, y cerró, intentando hacer el menor ruido posible.

Pocas horas después, al portero se le acabó la paciencia. Se armó de valor, y se dirigió al piso del hombre para informarle de que, o se iba, o llamaba a la policía. Llamó a la puerta muchas veces, todas sin ningún tipo de contestación. “Un último intento antes de llamar a la policía”, se dijo el portero, y sacó la llave maestra del edificio, para entrar en el piso.

Accedió al piso. No oía nada. Todo parecía estar en paz. La sala. La cocina. El baño. Nada. Hasta que llegó al dormitorio. Allí se encontró con la imagen más desagradable que vería nunca: el hombre, ahorcado. Se había suicidado. Con un cinturón, que pasaba a través de la viga que cruzaba el dormitorio. El portero lanzó un grito sordo, y no tardó en reaccionar, llamando a la policía. Para hablar de un asunto bastante diferente al que tenía pensado comentarles.

Poco tiempo después se supo que a aquel hombre, además de echarle de casa, su novia, tras varios años juntos, le había dejado. Y que también le habían echado del trabajo, sin explicaciones, y sin indemnización alguna.

Nadie sabe si esas razones, aunque graves, son razones para quitarse la vida. Se estuvo debatiendo sobre ello durante algún tiempo, no mucho, entre los vecinos. El piso no tardó en ser ocupado, y, poco a poco, se volvió a la normalidad. Todo seguía igual, salvo el portero, que dejó su puesto. Fue sustituido rápidamente. Todo seguía igual. Esta vez pasó en aquella calle, normalmente tranquila, en fase de Luna creciente, y otra vez, pasará en otro lugar del mundo. O en varios. Todo seguía, todo sigue, igual.

1 de junio de 2009

Los tiempos de la Luna: Segundo tiempo

SEGUNDO TIEMPO: LUNA MENGUANTE

Querida Luna:

Quiero que sepas que me gustaría que fuese la última vez que te veo hablando con otro chico. Bueno, hablar sí puedes, pero lo que no consiento es que te lo pases tan bien con otro que no sea yo. Que sepas que sé cómo te ríes cuando aquel chico que dices que es amigo tuyo desde hace mucho tiempo, abre la boca. Sé cómo tonteas con él. Escúchame: si te vuelvo a ver con él, yo… yo… ¡Bah! ¿Qué puedo hacer yo? ¡Si muchacho más pacífico y tranquilo que yo no hay! Lo que pasa es que estoy muy enamorado de ti. Cuando no estamos juntos, no paro de imaginarme lo que estarás haciendo, dónde y con quién estarás… Tengo miedo de que alguien te dé algo que yo no pueda darte, y lo aprecies más que lo que yo te doy… Tengo miedo de que la próxima vez que nos veamos, ya no exista la alegría, incluso la pasión, que había en nuestros anteriores encuentros.

Te echo de menos… Te veo a todas horas. Te veo, te imagino, nos imagino paseando, yendo de viaje, durmiendo… Pero todo eso se estropea cuando también te imagino de la mano de otro, besando a otro, durmiendo con otro… Todo son dudas.

Me volveré loco si algún otro besa tu cuello. Si besa tus labios… No me hagas esto, por favor. Mantenme a tu lado...

Te quiero demasiado como para perderte.

Tuyo.

Querido mío:

Intentaré ser breve.

En tu carta me dices que tienes miedo de que la próxima vez que nos veamos no exista la pasión que hay hasta ahora. Muy bien, querido, sigue así de celoso y ten por seguro que ni habrá pasión, ni habrá nada. ¿Cómo puedes ser así? ¿De verdad me crees capaz de permitir que alguien que no seas tú me bese, o me rodee con sus brazos? ¡No!

Tú dudas. Pues bien, esas dudas tuyas crean dudas también otras en mí. Otras, o justo las mismas. ¿Y si fueras tú quien va con otra chica? No, yo no soy como tú, de manera que no me preocupo por ello.

Confía en mí, tal como yo confío en ti, y entonces no habrá pérdidas de ningún tipo. Es más, estaremos juntos, seguiremos juntos, y nos mantendremos juntos. Para lo bueno, y para lo malo. Pero deberás confiar.

Tu Luna.

17 de mayo de 2009

Los tiempos de la Luna: Primer tiempo

PRIMER TIEMPO: LUNA LLENA

Por fin lo entiendo. No podía ser de otra manera. Ahora todo encaja perfectamente, ya no tengo dudas. ¡Soy un hombre-lobo! Lo cierto es que me lo temía, lo veía venir. Todos estos cambios que estaban surgiendo en mi cuerpo, no eran normales. ¡Caramba, que la pubertad la pasé hace mucho tiempo! A saber: el crecimiento del pelo por todo el cuerpo, y además, en un tiempo récord. Los colmillos, bueno, los dientes en general, han crecido una barbaridad. Mi sentido del oído es, también, mucho más sensible. Y no digamos el del olfato. Su desarrollo ha sido increíble (ahora reconozco olores que provienen de cientos de metros de distancia, y lo paso fatal, porque, como a mí me gusta mucho comer, casi todos los olores son olores de comidas bien ricas, empezando por pato a la naranja, siguiendo con caldos de todo tipo, y acabando con… en fin, dejaré de hablar de comida que entonces no podré acabar estas líneas jamás.

También ahora soy mucho más ágil. Pego unos saltos bastante grandes. Me viene bastante bien cuando tengo que ir al trabajo y no llego a tiempo al autobús. Una vez di un salto tan espectacular, que el resto de viajeros incluso me aplaudió. Solamente un grupo de cinco personas ni se inmutó. Bueno, no me importó, yo conseguí lo que quería, que era coger el autobús para llegar a tiempo al trabajo.

El caso es que yo no daba mucha importancia a estos cambios. Yo pensaba que era una fase más en el desarrollo del ser humano. Que le pasaba a todo el mundo. Que, tarde o temprano, y habiendo pasado la adolescencia, una etapa así aparecía. De manera que, como digo, no le di más importancia. Hasta ayer. Luna llena. Me había quedado hasta tarde viendo la televisión, y, como no había nada interesante, me puse una película de vídeo, la primera que cogí entre mi colección. Como la había visto muchas veces y además era tarde, logré dormirme en el sofá. Al par de horas me desperté, y al ir a echar el pis de antes de acostarme, me dio por mirarme al espejo. Cuál fue mi sorpresa que ahora estaba totalmente cubierto de pelo. O sea, que ya era completamente un lobo. Y, por si aún había alguna duda, en lugar de la típica exclamación malsonante que suelo soltar, lo que solté fue un aullido de agárrate y no te menees. Seguro que algún vecino se sobresaltó. De hecho, esta mañana me ha parecido escuchar algunos rumores en la vecindad.

Pues bien, pensando y pensando, he logrado averiguar cómo he podido convertirme en lo que ahora soy.

Resulta que una vez, mientras salía del trabajo, justo al doblar la esquina, tropecé con una chica bastante guapa. Morena, alta, y de unos ojos verdes inquietantemente hermosos. Entonces hice lo que nunca suelo hacer cuando me pasa algo de este estilo: Hablarle. Y lo que muy pocas veces (caramba, es curioso, pero menos de las que pienso) ocurre: Me siguió la conversación. Total, que fuimos a tomar unas copas, entablamos confianza, y claro, acabó en mi casa. En mi cama. Yo no daba crédito, evidentemente. Pero como se suele decir, carpe diem.

Estando semidesnudos, ella me dio un mordisco en el hombro derecho. Yo, después de quejarme (aunque no mucho, porque realmente me había gustado, y además pensaba en lo bien que luciría el chupetón al día siguiente), le dije algo así: “Hey, vampiresa…”. A lo cual, ella respondió algo que me desconcertó por un instante: “Casi aciertas”. Seguimos jugueteando un ratito más, ya sin mordiscos, y finalmente hicimos el amor.

Al día siguiente no había rastro de ella.

Estaba claro que ella era una mujer-loba. ¡Y qué loba!

Un inciso más: Ahora sé que una de las personas de aquel grupo de cinco que no les hizo mucha gracia el que yo saltara al autobús, era ella. Todos ellos eran lobos, y sabían que yo estaba empezando a ser como ellos. Me vigilaban. Lo que no sé, es exactamente porqué. Así que he tomado una decisión: Les buscaré. Todavía estamos en fase de Luna llena, por lo tanto, transformado en lobo me dirigiré al bosque, donde seguro estarán. Si les encuentro (si la encuentro), les preguntaré (le preguntaré) unas cuantas cosas: si no les encuentro, seré un lobo solitario, que espera no causar muchos problemas. Dicho está. Y dicho queda.