En 1983 el gran productor Dino de
Laurentiis (en realidad su hija Rafaella) se interesó por la obra de
David Cronenberg. De Laurentiis venía de trabajar con otro nombre
imprescindible del cine, David Lynch, haciendo Dune (que resultó un
fiasco total), pero el nombre ya reconocido de Cronenberg y las ganas
que tenían de trabajar con cineastas autores hizo que se fijaran en
él para realizar La zona muerta. Con esto, y con las palabras del
propio director diciendo que estaba un poco cansado al haber hecho
todo cuanto quería con Videodrome, se centró en un guion ajeno
basado en la obra de un escritor del que estaban venga a hacerse
adaptaciones (y aún se siguen haciendo), nada menos que Stephen
King. El guion lo adaptó Jeffrey Boam, guionista que tras esta
película escribió películas tan relevantes como las tres primeras
entregas de Arma letal (Richard Donner), El chip prodigioso (Joe
Dante), o Indiana Jones y la última cruzada, entre otras. Ahí es
nada. Eso sí, el guion no es precisamente lo mejor de la película.
Afortunadamente ahí está el saber hacer de Cronenberg junto a su
director de fotografía habitual, Mark Irwin, para realizar una
película fantástica. Por cierto, los admiradores más acérrimos
acusaron a Cronenberg de venderse haciendo esta película... En fin.