Cada vez que mi amo me saca a pasear, lo considero una fiesta. Puede que siempre sea lo mismo, pero a mí me hace disfrutar. Salir a la calle, ver todos esos colores, que en casa no existen, colores que cobran vida propia en cuanto cruzo la puerta de casa para salir de ella.
Las personas. También las personas parecen diferentes. Diferentes con sus ropas, diferentes con sus adornos, diferentes con sus perros. Sus perros. Yo soy uno de esos perros.
El amo pronuncia mi nombre, lo cual me indica que es hora de salir. Nada de collares, por favor. ¡Bien! Por eso te aprecio tanto, querido amigo. Nunca me has puesto collares. Collares que me aprisionan. Collares que me ahogan. Que nos ahogan.
Recibo una caricia del amo, y yo le correspondo incorporándome sobre él. Estamos contentos hoy. Yo, porque parece que hace muy buen día, y gracias a ello, recibiré los colores con mayor alegría. Entusiasmo. Pero, ¿y el amo? ¿Por qué está él tan contento? Da igual. No importa. Deseo que ese estado de ánimo perdure. El suyo, y el mío.
Salimos. Uno, dos, tres, cuatro. Cuatro pisos debemos bajar antes de comenzar a contar colores. A cantar colores. Escaleras. Comenzamos a bajar las escaleras.
Uno. Coincidimos con la mujer que vive justo bajo nosotros, y con su hija. El amo se para a hablar con ella. Siempre han tenido muy buena relación. La niña juguetea conmigo, como siempre. Hoy no, niña, hoy no. Quiero saber si el amo le dice algo a la mujer de porqué está tan alegre. ¡Por fin! Pero no he logrado oírlo del todo bien. Lo suficiente. Algo de un ascenso. Enhorabuena, amo.
La invita a cenar. Perfecto. Me gusta su compañía.
Dos. Es extraño. El hombre de este piso no está. Siempre suele salir al mismo tiempo que nosotros. Es el amo de mi mejor amiga. Pero hoy no está ninguno de los dos. El piso parece más oscuro que de costumbre. El amo se para un instante y murmura algo acerca de que es una lástima y tal, algo acerca de cómo es posible que tenga tan poco aprecio por los animales. ¡Horror! ¿Le habrá hecho algo a ella? ¿A mi amiga? ¿Qué ha pasado?
Tres. Todo se ha vuelto oscuro. Ya no pienso en colores. Pienso en ella.
Cuatro. Nos cruzamos con el portero. Un ser despreciable al que de buena gana mordería. No lo hagas. Además, causaría muchos problemas al amo. Y a ti también. El amo y él hablan de las vacaciones. ¿Pero qué ha hecho con ella? Incertidumbre.
No puedo creer lo que oigo. La ha abandonado. Se ha ido de vacaciones y ha abandonado a su perra. El portero le dice a mi amo que si se va de vacaciones, me deje a su disposición. Gruño. El amo me llama la atención, y salimos mientras el portero grita que debería ponerme un bozal. Nunca iría con alguien como tú.
No te preocupes. Tú sabes que ella es lo suficientemente lista como para no tener problemas. Lo suficientemente lista como para no pasar hambre. Lo suficientemente lista como para saber qué camino tomar. ¡No! No lo sabes. ¿Y qué pasa si realmente tiene problemas?
Sé que el amo está extrañado. Es porque hoy estoy permaneciendo todo el tiempo a su lado. Siempre exploro, siempre busco, siempre juego. Hoy no. Quiero irme. Quiero buscarla. Me necesita. ¿La necesito? La necesito. Encuentro un momento en el que el amo se distrae, y desaparezco.
Adiós, querido amigo. Quizá vuelva. De ella dependerá. Porque si vuelvo, será con ella. Espero que mi fuga no estropee tu doble celebración: la de tu ascenso y la de tu cita con la vecina. Es una lástima. Todos lo hubiéramos pasado bien. A pesar de todo, me voy. Adiós, querido amigo.
Empiezo la búsqueda. ¿Qué me pasa? Noto mi corazón latiendo fuertemente. Mi respiración es entrecortada. No paro de pensar en ella. ¿Qué es? Sé que el amo también se ha sentido muchas veces así. Era entonces cuando lloraba, cuando parecía que cielo y tierra se le juntaban para aplastarle a él. Sólo a él. Eran sus palabras. No paraba de repetirlas…
Amor. Esa era la clave. También repetía mucho esa palabra. Amor. ¿Es eso lo que siento yo ahora? No lo sé.
No lo sé.
No lo sé.
Ya llevo un par de noches de búsqueda, olfateando, siguiendo su rastro. Afortunadamente, conozco bien su olor. ¿Cansado? No, no hay cansancio. Hay hambre. Veo a lo lejos a otro perro que quizá pueda darme alguna pista sobre ella. Según me acerco, lo reconozco. Cambalache.
Cambalache. Por tu culpa muchos de nosotros hemos sido sacrificados. Por tu culpa, ellos vienen a por nosotros. Se nos llevan. Sin piedad. Soplón despreciable. Tu aspecto es horrible. Como siempre. Te dan de comer a cambio de tus chivatazos. No parece que últimamente te vaya muy bien. Pareces hambriento.
Necesito preguntarle cuanto antes qué sabe de ella.
Pregunto.
Sabe perfectamente de quién hablo.
Cambalache se ausenta para recordar mejor.
Tarda.
Pienso en ella.
Lloro.
Tarda más. Lloro más.
Oigo pasos. Son humanos. Cambalache con ellos. Cerdo apestoso, vienen a por mí. Huyo. Ya te cogeré. Ladridos. Saltos. Caídas. Huyo. Lo conseguí. Llego a un parque.
Noche. La luna llena proyecta rayos de esperanza sobre mi corazón hecho trizas. No quiero pensar en el fracaso. Muy bien, ¿realmente puede existir alguien a quien le guste fracasar?
Camino buscando algún hueco que me abrigue para pasar la noche. Necesito descansar. Lo encuentro. Junto a la fuente. Perfecto.
Alerta. Quieto. El hueco está ocupado por otro perro. No, un momento. Es ella. ¿Es ella? Sí. ¿He realizado exactamente el mismo camino que ella? ¿La suerte me ha guiado? Extraña coincidencia…
Pobre. Ha perdido mucho peso. Pero sigue hermosa. Aún parece conservar ese toque especial suyo. ¿Me acerco? Todo a su tiempo. Han pasado algunos días desde la última vez que la vi, pero parece que sólo han transcurrido unas horas. Cuánto nos reíamos juntos… Qué bien lo pasábamos… y qué bien lo vamos a pasar. No te preocupes. Estaremos juntos. Me acerco, ahora sí. Oye mis pasos y acaba por despertarse. Me mira extrañada. ¿Qué le ha pasado? Su cara… No es la misma… Sigo acercándome. Ha perdido su sonrisa… Es terrible… Ya casi estoy junto a ella…
Te llevaré de vuelta y juntos intentaremos recuperar tu sonrisa…
Las personas. También las personas parecen diferentes. Diferentes con sus ropas, diferentes con sus adornos, diferentes con sus perros. Sus perros. Yo soy uno de esos perros.
El amo pronuncia mi nombre, lo cual me indica que es hora de salir. Nada de collares, por favor. ¡Bien! Por eso te aprecio tanto, querido amigo. Nunca me has puesto collares. Collares que me aprisionan. Collares que me ahogan. Que nos ahogan.
Recibo una caricia del amo, y yo le correspondo incorporándome sobre él. Estamos contentos hoy. Yo, porque parece que hace muy buen día, y gracias a ello, recibiré los colores con mayor alegría. Entusiasmo. Pero, ¿y el amo? ¿Por qué está él tan contento? Da igual. No importa. Deseo que ese estado de ánimo perdure. El suyo, y el mío.
Salimos. Uno, dos, tres, cuatro. Cuatro pisos debemos bajar antes de comenzar a contar colores. A cantar colores. Escaleras. Comenzamos a bajar las escaleras.
Uno. Coincidimos con la mujer que vive justo bajo nosotros, y con su hija. El amo se para a hablar con ella. Siempre han tenido muy buena relación. La niña juguetea conmigo, como siempre. Hoy no, niña, hoy no. Quiero saber si el amo le dice algo a la mujer de porqué está tan alegre. ¡Por fin! Pero no he logrado oírlo del todo bien. Lo suficiente. Algo de un ascenso. Enhorabuena, amo.
La invita a cenar. Perfecto. Me gusta su compañía.
Dos. Es extraño. El hombre de este piso no está. Siempre suele salir al mismo tiempo que nosotros. Es el amo de mi mejor amiga. Pero hoy no está ninguno de los dos. El piso parece más oscuro que de costumbre. El amo se para un instante y murmura algo acerca de que es una lástima y tal, algo acerca de cómo es posible que tenga tan poco aprecio por los animales. ¡Horror! ¿Le habrá hecho algo a ella? ¿A mi amiga? ¿Qué ha pasado?
Tres. Todo se ha vuelto oscuro. Ya no pienso en colores. Pienso en ella.
Cuatro. Nos cruzamos con el portero. Un ser despreciable al que de buena gana mordería. No lo hagas. Además, causaría muchos problemas al amo. Y a ti también. El amo y él hablan de las vacaciones. ¿Pero qué ha hecho con ella? Incertidumbre.
No puedo creer lo que oigo. La ha abandonado. Se ha ido de vacaciones y ha abandonado a su perra. El portero le dice a mi amo que si se va de vacaciones, me deje a su disposición. Gruño. El amo me llama la atención, y salimos mientras el portero grita que debería ponerme un bozal. Nunca iría con alguien como tú.
No te preocupes. Tú sabes que ella es lo suficientemente lista como para no tener problemas. Lo suficientemente lista como para no pasar hambre. Lo suficientemente lista como para saber qué camino tomar. ¡No! No lo sabes. ¿Y qué pasa si realmente tiene problemas?
Sé que el amo está extrañado. Es porque hoy estoy permaneciendo todo el tiempo a su lado. Siempre exploro, siempre busco, siempre juego. Hoy no. Quiero irme. Quiero buscarla. Me necesita. ¿La necesito? La necesito. Encuentro un momento en el que el amo se distrae, y desaparezco.
Adiós, querido amigo. Quizá vuelva. De ella dependerá. Porque si vuelvo, será con ella. Espero que mi fuga no estropee tu doble celebración: la de tu ascenso y la de tu cita con la vecina. Es una lástima. Todos lo hubiéramos pasado bien. A pesar de todo, me voy. Adiós, querido amigo.
Empiezo la búsqueda. ¿Qué me pasa? Noto mi corazón latiendo fuertemente. Mi respiración es entrecortada. No paro de pensar en ella. ¿Qué es? Sé que el amo también se ha sentido muchas veces así. Era entonces cuando lloraba, cuando parecía que cielo y tierra se le juntaban para aplastarle a él. Sólo a él. Eran sus palabras. No paraba de repetirlas…
Amor. Esa era la clave. También repetía mucho esa palabra. Amor. ¿Es eso lo que siento yo ahora? No lo sé.
No lo sé.
No lo sé.
Ya llevo un par de noches de búsqueda, olfateando, siguiendo su rastro. Afortunadamente, conozco bien su olor. ¿Cansado? No, no hay cansancio. Hay hambre. Veo a lo lejos a otro perro que quizá pueda darme alguna pista sobre ella. Según me acerco, lo reconozco. Cambalache.
Cambalache. Por tu culpa muchos de nosotros hemos sido sacrificados. Por tu culpa, ellos vienen a por nosotros. Se nos llevan. Sin piedad. Soplón despreciable. Tu aspecto es horrible. Como siempre. Te dan de comer a cambio de tus chivatazos. No parece que últimamente te vaya muy bien. Pareces hambriento.
Necesito preguntarle cuanto antes qué sabe de ella.
Pregunto.
Sabe perfectamente de quién hablo.
Cambalache se ausenta para recordar mejor.
Tarda.
Pienso en ella.
Lloro.
Tarda más. Lloro más.
Oigo pasos. Son humanos. Cambalache con ellos. Cerdo apestoso, vienen a por mí. Huyo. Ya te cogeré. Ladridos. Saltos. Caídas. Huyo. Lo conseguí. Llego a un parque.
Noche. La luna llena proyecta rayos de esperanza sobre mi corazón hecho trizas. No quiero pensar en el fracaso. Muy bien, ¿realmente puede existir alguien a quien le guste fracasar?
Camino buscando algún hueco que me abrigue para pasar la noche. Necesito descansar. Lo encuentro. Junto a la fuente. Perfecto.
Alerta. Quieto. El hueco está ocupado por otro perro. No, un momento. Es ella. ¿Es ella? Sí. ¿He realizado exactamente el mismo camino que ella? ¿La suerte me ha guiado? Extraña coincidencia…
Pobre. Ha perdido mucho peso. Pero sigue hermosa. Aún parece conservar ese toque especial suyo. ¿Me acerco? Todo a su tiempo. Han pasado algunos días desde la última vez que la vi, pero parece que sólo han transcurrido unas horas. Cuánto nos reíamos juntos… Qué bien lo pasábamos… y qué bien lo vamos a pasar. No te preocupes. Estaremos juntos. Me acerco, ahora sí. Oye mis pasos y acaba por despertarse. Me mira extrañada. ¿Qué le ha pasado? Su cara… No es la misma… Sigo acercándome. Ha perdido su sonrisa… Es terrible… Ya casi estoy junto a ella…
Te llevaré de vuelta y juntos intentaremos recuperar tu sonrisa…
FIN
[Redactado originalmente en Septiembre de 2002]
[Redactado originalmente en Septiembre de 2002]
Otras pequeñas historias en ¡A txiflar!:
- Un día más, sin más
- Solos en la escalera
- El vagón de tren
- La única razón
- Los tiempos de la Luna: Primer tiempo
- Los tiempos de la Luna: Segundo tiempo
- Los tiempos de la Luna: Tercer tiempo
- Los tiempos de la Luna: Cuarto tiempo
- La sonrisa de los perros
- El muchacho de la triste mirada
- El año en que murió Elvis
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- El año en que murió Elvis
es una historia preciosa
ResponderEliminar¿Y esto? ¿Es de tu propia cosecha? No está nada mal, por lo menos me ha enganchado, que no es poco.
ResponderEliminarMe ha encantado n.n
ResponderEliminarMuchas gracias, Selena, asier y Sil :-) Me alegro un montón de que os haya gustado. Si queréis podéis leer las otras que tengo en el blog a través de los enlaces que he puesto al final de la historia. Con el tiempo iré poniendo algunas otras que espero que también os gusten y si no es así, ¡passa ná!
ResponderEliminarPor cierto asier, pues eso, que sí, que es una historia escrita por mí.
Como dirian Martes y Trece: ¡¡¡ uy, qué potitoooo!!!!
ResponderEliminarTiene sentimiento, acción, moraleja...
Estaría bien como guión de película, mejor que "un chihuahuahua en Beverly Hills", "hotel de mascotas" o "una pareja de tres"
Me ha gustado sobretodo cuando habla con Cambalache.
Siento estropearte una parte del relato, pero los perros no pueden ven los colores:
http://www.htocagni.com/articulos/LOS_PERROS_VEN_COLORES.htm
Se puede cambiar, en lugar de decir "ver colores" se puede decir "apreciar olores" y ya quedaría perfecto.
Y yo que pensé que acabaría en plan Los otros o algo así, con giro argumental de la leche... XDDDDDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarEsto me ocurre por leer tantos relatos de ese tipo por internet, de gente a la que le mola dar un giro brutal a su relato sin venir a cuento. Me alegro de haberme encontrado con algo más sencillo narrativamente, bien redactado, interesante y emotivo. Espero que no hayas dejado de escribir historias desde el 2002...
¡Saludos!
Aupa Jorge, bienvenido de nuevo por estos lares blogueriles ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias por lo que dices, es un honor y un placer. Me alegra de que te haya gustado, tanto a ti como en general (bueno, al menos los que han dejado comentarios... a los demás, ¡ni idea!).
Tengo algunas historias más, puede que mejores, o puede que peores, pero poco a poco iré colocando alguna más, según me dé.
¿Giros brutales? Hum, no son lo mío... Prefiero algo más lineal, bueno, ¡al menos eso creo!
¡Saludos pues!