28 de junio de 2010

Do you mind? (Segunda parte)

[Viene de: Do you mind? (Primera parte)]

Una cosa tenía clara: Debía hacer el robo lo antes posible. Pero existía un problema: ¿cómo averiguaba yo dónde se guardaba el dinero? Aquí era donde debía entrar en escena el colaborador que se me tenía permitido. Eché mano de mi agenda, de mano, y probé suerte llamándole por teléfono. Espero que siga viviendo en el mismo sitio, porque si no, a ver cómo demonios lo localizo. Descolgaron el teléfono. ¡Bingo! Era él. “¿Jotapé?” pregunté. “Cagondiós, sólo puede haber una persona en el mundo que me llame así… ¿Qué tal estás, tío? ¡Cuánto tiempo!” “Efectivamente, Jotapé, hace mucho… Oye, que te llamo porque necesito verte. ¿Puedes quedar ahora?” “Joder, pues claro que puedo. Para un amigo yo siempre tengo tiempo. ¿Te parece que quedemos donde Siempre?” “Perfecto”, dije yo, “te lo iba a proponer. Donde Siempre”.

Donde Siempre era donde siempre. Puede sonar a redundante o absurdo, pero esa es la gracia de ese bar. Siempre era la matrona del bar, que estaba situado en la Parte Vieja de la ciudad. Siempre era fea como ella sola, con la cara redonda, muy redonda, y llena de verrugas. Siempre estaba también muy gorda, y tenía una voz de hombre increíble. Siempre sirve unos bocadillos rancios. Su especialidad, el pollo. El pollo rancio, por supuesto. El bar de Siempre es visita obligada para los turistas. Si alguien viene de visita al a ciudad y no se deja caer por ese antro, ni será visita, ni será nada. En fin, que mi amigo Jotapé y yo siempre quedábamos allí, donde Siempre.

En quince minutos estaba yo donde Siempre, y después de haberle saludado y ella haberme preguntado si tenía ya novia y yo haberle respondido que no, pero que había un proyecto para ello y después de que a ella le cambiara la cara y me preguntara que si tenía tanto sexapil como ella y yo le respondiera que eso era muy difícil, después de que Siempre se marchara, después de todo esto, apareció Jotapé.

“Jean-Pierre”, saludé. “Qué cabrón eres”, me dijo. “Hace años te dije que serías tú la única persona a la que permitiría llamarme Jotapé, pero que a cambio no me volvieras a llamar jamás por mi verdadero nombre, y ahora, ala, a tomar por culo. “Era un vacile, Jean-Pierre”, bromeé yo- “Que no me llames así, coño”. “Vale, vale, no te mosquees, tío”. Nos abrazamos, pedimos una racioncilla de pulpo a la gallega, y después de un diálogo entre Siempre y Jotapé parecido al mío, le conté el asunto del robo.

Jotapé se llama realmente Jean-Pierre Gaudí. Su madre era francesa y su padre catalán. Hace muchos años, como yo consideraba que Jean-Pierre era un nombre demasiado largo, lo acorté usando sus iniciales. Eso le gustó, y así se ha quedado: Jotapé.

Nuestros padres eran amigos, por lo tanto, nosotros también acabamos siéndolo. Ya siendo mayores, Jotapé se marchó a vivir al extranjero. Poco a poco, nuestra relación se fue enfriando, hasta perderse. Hace no mucho supe que había vuelto, y por ellome acordé de él para que fuera mi socio en este trabajo.

Discutíamos mucho, sobre todo por temas relacionados con el cine. Diferíamos bastante en lo referente a gustos. A él lo que le gustaba era el cine porno. Vaya si le gustaba. Varias veces me hizo la jugada de quedar una tarde para ver alguna película alquilada en el videoclub, ya parecer él con, por ejemplo, “Diario de una camarera” y “Las orgías del Titanic, 3 ª parte”. Bueno, la de “Diario de una camarera” pase, además la protagonizaba Laure Saintclair, que es preciosa, pero la de las orgías, era completamente infumable. No había por dónde cogerla… Y ya teníamos la discusión montada. Jotapé me hablaba de lo magníficamente rodaba que estaba la película, me decía que las escenas de sexo eran innovadoras, que el argumento (¿argumento? Con esto yo siempre me partía de risa), etcétera. Claro, yo lo que intentaba era que viera más cine clásico, como Hawks, Ford, Hitchcock… pero no había manera.

Pero ahora había otro tema que comentar y discutir: El atraco. El mamón de Jotapé no hacía más que preguntarme sobre la chica, mi amada. “¿Te la has tirado ya?” “Joder, Jotapé, qué bestia eres, cómo me la voy a tirar…” “¡Mal hecho, tío, mal hecho! Y qué, ¿tiene cara de golfa o de qué?” “Hey, Jotapé, no te pases, no hables mal de la gente que me cae bien…” “Claro”, respondió chulesco, “y menos de la que va a ser tu novia…”. Y comenzó a reírse. Qué cabrón. A ti te daba yo golferío.

Finalmente la conversación giró a lo realmente importante, hacia el atraco de los ultramarinos. Estuvimos horas y horas estudiando situaciones y posibilidades, pensando el cómo y el cuándo, por dónde y de qué manera… Muy de madrugada, teníamos todo meticulosamente preparado. Si hay algo en que nos parecemos Jotapé y yo, es en que nos gusta ser muy precisos. Para celebrarlo, fuimos a un centro de esos que están abiertos las veinticuatro horas del día, donde Jotapé compró algunos licores, yo unas cervezas sin alcohol, y nos fuimos a mi piso, a beber.

Dos días después, llegó el momento.

Continuará... en breve

[Seguir leyendo en: Do you mind? (Tercera parte)]

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25 de junio de 2010

Una frase gloriosa

De los creadores de...

¿Qué 'Rosebud' ni qué niño muerto? ¡Yo lo que quiero es morir podrido de pasta! (Ciudadano Kane)

O de los de...

Messala, ¡eres un cabrón! Pero me tienes robado el corazón (Ben-Hur)

y también de los de...

Esto me pasa a mí por cantar y bailar bajo la lluvia. ¡Menuda pulmonía! (Cantando bajo la lluvia)

Ahora llega...

No puedo pedir una orden de arresto para un mosquito

Gloriosa frase que se puede escuchar en Mutación (Mosquitoman), inmunda película y sin embargo simpática (a ratos) del director de otra película horripilante (también otro despiporre pero en esta ocasión sin frases para la Historia del Cine) titulada Mega Snake, donde en vez de un señor transformado en mosquito lo que había era pues eso, una mega serpiente (el título lo dice todo). El director se llama Tibor Takács y parece ser que está especializado en cine fantástico, desde que allá por 1987 dirigiera su primera película, La puerta (con Stephen Dorff de protagonista).

El póster de la película que nos ocupa (haz clic sobre la imagen si quieres ampliarla):


17 de junio de 2010

¿Son los niños gilipollas?

Ayer por la tarde me acerqué al cine a ver las aventuras del príncipe de Persia. Antes de la proyección y como suele ser habitual, hay algún que otro trailer. Como la película que iba a ver es de Disney y para todos los públicos, con ánimos de hacer una serie al estilo de Piratas del Caribe (también de Disney), los trailers que hubo fueron de películas dirigidas al público más joven.

Una de esas películas de los trailers me hizo llevarme las manos a la cabeza y me dejó completamente boquiabierto y altamente sorprendido por la supina estupidez que acababa de ver, todo concentrado en tan sólo dos minutos. Se trata de una película titulada Marmaduke, de inminente estreno, basada en unas tiras cómicas creadas en 1954, donde se ven básicamente las andanzas de un perro y sus amigos animales, entre los que se encuentra su hermanastro, un gato llamado Carlos.

Vamos por partes: El trailer empieza de forma simpática, parece un perro de lo más majo, travieso y gamberrete... pero de repente aparece en escena el gato. Y su voz de doblaje. En serio, yo no sé qué narices piensan en las altas esferas del marketing cinematográfico cuando permiten semejantes doblajes. La última barrabasada que vi acerca de esto fue el doblaje de Mónica Cruz en G-Force (claro, como su hermana Penélope había doblado al personaje en su versión original, debieron de creer que sería un guiño supergenial y superdivertido que atraería a las masas para ver esa pequeña bobada). Por lo visto escuchar a un gato hablando de esa forma produce carcajadas sin fin. Será en los despachos donde decidieron aceptar esa voz, porque vamos...

Según transcurre el trailer se puede ver una sandez tras otra, donde se nos va presentando al resto de protagonistas. Que si perros con pedigrí, que si uno que no siente las piernas, más bromas entre el perro y el gato... y un William H. Macy echado a perder (esperemos verle en alguna de sus grandes interpretaciones en alguna otra película) que protagoniza otro momento bochornoso, que cuando idearon la película, también debieron de creer que algo como eso sería la monda, la repanocha, el descojono padre.

Y por último como no quiero extenderme más (parece mentira que esté hablando tanto de algo de tan sólo dos minutos, de un trailer), no voy a decir nada sobre el baile del final. Bueno sí, que para variar me pareció algo patético.

Con todo eso, la pregunta que me hago es ¿son los niños de hoy en día gilipollas? ¿Realmente se cree alguien que una película así puede hacer buena caja? Hay que decir que en Estados Unidos hemos visto muchos casos en los que sí se cumple ello (ahora mismo recuerdo otra con perros: Un chihuahua en Beverly Hills)... será que allí sí son un poco gilipollas los niños. No lo sé.

Os dejo con el trailer, a pesar de haberlo desgranado ya. Eso sí, no me hago responsable de los daños cerebrales que pueda causar a quien lo vea.



Atención también al póster. Yo pensaba que ya no se hacían cosas así. Creía que este tipo de carteles quedaron obsoletos en los videoclubs de los años 80...


13 de junio de 2010

Necesito rocanrol

Permítanme el domingo, pero... necesito rocanrol.

Extremoduro.



Marea.



Platero y tú
.



Siniestro total
.



Extra Siniestro...



Los Suaves
.



Barricada & Rosendo
.



Turbonegro.



AC/DC
.

12 de junio de 2010

Do you mind? (Primera parte)

[Viene de: Do you mind? (Prólogo)]

Desde pequeño siempre me habían fascinado los temas relacionados con la fontanería, por lo tanto, a muy temprana edad ya tenía muy claro que lo que quería ser de mayor era fontanero. Pasaron los años, y mi sueño se cumplió.

El negocio no me iba mal, tampoco muy bien, pero no me quejaba. Estaba yo en mi pequeña oficina, es decir, en el escritorio de mi habitación, en mi casa, haciendo cálculos para unos presupuestos, cuando llamaron a mi puerta. “¡Adelante!”, grité. Siempre tengo mi puerta abierta. El caso es que no pude decir nada más, porque quien apareció fue una de las criaturas más bellas que yo había visto nunca. ¡Era hermosísima! Mi primera impresión fue que tenía gran parecido con una de mis actrices favoritas, Veronica Lake, especialmente por su peinado. Rápidamente me di cuenta de que había una gran diferencia con Veronica Lake: era morena. Por lo tanto cambié inmediatamente de impresión y a quien ahora se me parecía era a la también actriz Linda Fiorentino, otra de mis musas, en “La última seducción” especialmente. Gran película aquella, por cierto.

- Do you mind? –preguntó.
- ¿Có… có... cómo dice? –empecé a tartamudear. Es algo que siempre me ocurre cuando tengo una conversación del tipo que sea con una mujer. Sobre todo con una tan guapa.
- Es inglés. Le he preguntado que si le importa –¡qué voz, dios mío, qué voz tan dulce y suave tenía!
- ¡Ah! In… in… inglés. Claro… cla… cla… claro –por la cara que puse seguro que me notó que yo de inglés no tengo ni idea. Recordé que me había hecho una pregunta- ¿Que si me imp… imp… import-ta qué?

Ella, sin decir nada, alzó un poco las manos y me mostró un cigarrillo y un mechero Zippo plateado, precioso. Como sus manos. Como sus dedos, finos y largos. ¡Ah! Que si me importaba que fumara.

- A… a… ad-delante.
- He venido porque quiero encargarle un trabajito –dijo, encendiendo con maestría el cigarrillo.
- Para eso e… e… esta-estamos, señora.
- Señorita –se sentó y cruzó las piernas. Sharon Stone. Instinto básico. Muchas coincidencias cinematográficas hasta el momento. No sabía si ello era indicador de algo bueno, o, por el contrario, de algo no malo, cuando menos fatal. De momento la cosa no iba mal, ya que parecía no estar casada. Esto lo deduje gracias a mi buena agudeza visual, fijándome en que no llevaba anillos de ningún tipo. Además, me fui tranquilizando, debido a que ahora sólo la veía de cintura para arriba, al estar ella sentada y haber una mesa entre nosotros. Gracias a ello mi tartamudez fue desapareciendo.

- Usted dirá –le dije.
- Iré directa al grano. Quiero que me ayude a cometer un atraco. De hecho, quiero que usted realice el atraco.

Evidentemente, volvió mi tartamudez.

- ¿Có… có... qué… qué… cómo dice? ¿Me toma… me toma ust-ted el pelo?

Ella alzó sus labios hacia la derecha con una mueca y respondió, rotunda: -No.

Noté que la garganta se me había secado de repente. Agua. Necesitaba agua. Me levanté y empecé a dar vueltas alrededor de la mesa y de ella, que, por cierto, no dejaba de sonreír. Al poco dijo, como si pareciera que pudiera leer mis pensamientos: -Tranquilícese. Y, no creo que sea agua lo que necesita. Quizá le vaya mejor esto –sacó de su bolso rosa con lentejuelas una petaca de licor –Whisky.

- Deme… deme… démelo –cogí la petaca y bebí como un poseso. Casi la terminé. Tranquilizarme no me tranquilicé, pero la borrachera que me agarré, debido a que no estoy muy acostumbrado al alcohol fuerte, fue de órdago. En tres minutos aproximadamente, me encontré repantingado en mi sofá, y cada vez que ella hacía una pausa en su relato, ya que comenzó a contarme su plan, a mí me daba por cantar. Unas cuantas veces ni siquiera esperaba a que hiciera dicha pausa: la mandaba callar y me ponía a cantar directamente. Mis grandes éxitos aquella tarde fueron “Son tus perjúmenes, mujer” y “Paquito chocolatero”.

Lo curioso es que, a pesar de tanto alcohol, tanta interrupción musical, y tantas proposiciones –decentes e indecentes, nos ha jodido, había que intentarlo- hacia ella, recuerdo todo lo que me contó. Yo acepté, después de haberle recordado varias veces que yo era fontanero, no ladrón ni nada parecido.

–Eso es lo mejor –me decía-, nadie sospechará de un simple fontanero.- Al marcharse, me dijo dos cosas más. Una, que podía llamar a un colaborador, sólo a uno. La otra cosa me la dijo, más bien me la susurró , al oído, pegando bien pegados sus labios a mi oreja, y sus pechos y cadera a mi cuerpo: “Y quién sabe, si todo esto sale bien, quizá alguna de tus proposiciones salga también bien… Goodbye, darling”. Y se fue. Qué cabrona, sabe cómo poner cachondo a un tío, y amarrarlo bien amarrado.

Yo intenté despedirme al igual que ella, pero mi nulo inglés y mi completa cogorza me lo impidieron, así que caí derrotado, pensando que el sofá estaba justo detrás de mí, pero no fue así, así que me derrumbé sobre el suelo, haciéndome un daño increíble en la espalda y el coxis.

Todo consistía en atracar la mayor tienda de ultramarinos de la ciudad. Al ser tan grande, tenía muchos, muchísimos clientes, de los cuales nunca se oía una queja. Allí tenían la mejor calidad, la mayor cantidad, lo más barato, la mejor atención, etcétera. No era un hipermercado, era “la mayor tienda de ultramarinos de la ciudad”, y punto. Claro, al ser tan grande, y con tantos clientes, se movía mucha, muchísima pasta. Sólo pensar en tanto dinero, me dieron escalofríos. Si salía bien, sería rico. Y, además, mi nuevo amor vendría a mí con los brazos abiertos, jurándome fidelidad absoluta, y amor, y sexo, sin fin.

Continuará... en breve

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Do you mind? (Prólogo)

- Tienes visita, cuatro-tres-siete –me avisaron a través de la rejilla de la puerta de mi celda. En ese momento me puse muy nervioso. ¿Visita? ¿Yo? Quién podría ser? Qué preguntas más tontas me hacía. Sólo podía ser una persona. Ella.

Empecé a organizar mi celda. La ordené. La limpié. Recogí algunos libros que se me permitía tener. Oculté las revistas pornográficas que también me permitían, bajo la cama. Pegué un repaso al polvo. Con la mano. Vaya, demasiado polvo: empecé a toser y el ataque de tos duró un par de minutos. No sabía qué más hacer. Me alisé la ropa. En vano, era una ropa dura de pelar. Ruido de llaves fuera. Ya venían. Ya venía.

- En marcha, cuatro-tres-siete –me dijeron tras abrir la puerta.
- ¿Cómo que "en marcha"? ¿Dónde vamos?
- A la sala de visitas, borrego. No pensarías que te iban a venir a visitar aquí, a la celda, ¿verdad? –me preguntó uno de los guardias.
- Vaya, pues eso parece –dijo el segundo guardia, mirando el interior de la celda. Comenzaron a reír, y sus carcajadas me parecieron odiosas-. Veamos… ¿a qué hora quiere que le despierten el señorito mañana? ¿Se molestará el señorito en comer con los demás… huéspedes? –el otro guardia reía cada vez más con las ocurrencias tan ingeniosas de su compañero- ¿o preferirá comer en sus aposentos, solo, solito?

Menudo par de zopencos, pensé, y entonces nos dispusimos a ir hacia la sala de visitas.

Continuará... en breve

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