30 de diciembre de 2009

Obituario: Iván Zulueta

Iván Zulueta en el Festival
de Málaga de 2008 [clic para ampliar]

A las 6:30 de la mañana ha fallecido el director Iván Zulueta, nacido en San Sebastián en 1943. Llevaba dos días ingresado en el hospital, donde entró aquejado de un dolor en la pierna, que ya le venía molestando desde hacia tiempo.

Zulueta es el director de 'Arrebato' (1980), su obra maestra y una de las grandes películas de culto del cine español, etiqueta que quizá comparta con 'Amanece, que no es poco' de José Luis Cuerda y con muy pocas más. 'Arrebato' es una película insana, demencial y adictiva que refleja como ninguna otra, de una forma personal y única el vampirismo que el cine es capaz de provocar en los individuos. La película fue un total fracaso y tras ello el director se hizo adicto a la heroína y a las drogas, aduciendo siempre que era un tema -el de las drogas- que le interesaba demasiado, que no lo iba a dejar ya que "lo tenía controlado". 'Arrebato' está protagonizada por Cecilia Roth, Eusebio Poncela y un personaje llamado Will More, que en la movida madrileña era uno de los personajes más conocidos y singulares que uno se podía encontrar.

El propio Zulueta reconocía que le era muy difícil ver 'Arrebato' y que en todos estos años la había visto muy pocas veces, ya que fue un rodaje muy difícil que se alargó más de lo debido y al verla recordaba lo mal que lo pasó. Aun así, el hecho de ser una película tan apreciada le producía extrañeza pero a la vez le parecía agradable, eso sí, sintiendo cierto miedo por el hecho de que la gente viera la película y luego no le pareciera para tanto. En el siguiente vídeo el director habla de la película, de sus actores (para los que sólo tiene elogios, siendo divertido lo que comenta de Will More) y de alguna que otra peculiaridad al respecto:



Pero Iván Zulueta no sólo dirigió 'Arrebato'... También realizó otro largometraje, 'Un, dos, tres, al escondite inglés' (1969), enmarcado dentro del género musical más pop de la época y cortometrajes como 'Leo es pardo' (1976), que se presentó en la Berlinale, y las versiones aceleradas de 'King Kong' (1933) y 'Frankenstein' (1931), tituladas 'Kinkón' y 'Frank Stein' respectivamente.

Y además de cineasta, también era un gran cartelista, habiendo realizado carteles para Pedro Almodóvar en algunas de sus películas (Laberinto de pasiones, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Entre tinieblas) o para Miguel Albaladejo (Ataque verbal), entre otros directores, así como carteles homenaje como por ejemplo el que realizó sobre Stanley Kubrick y 2001: una odisea del espacio.

En los últimos años Zulueta dijo que le gustaría seguir haciendo películas, "especialmente ahora que hay tantas facilidades". Lamentablemente no hay más trabajos suyos (salvo un par de episodios para series de televisión) y debido a su muerte, lógicamente, ya no los habrá.

Arrebato [clic para ampliar]


EXTRAS

Un trozo de 'Arrebato'



Cortometraje Kinkón (1971)



Cortometraje 'Leo es pardo' (1976)


Solos en la escalera

- Sí, la recuerdo bien. Era una buena vecina, o al menos eso parecía. A mí, al menos, siempre me sonreía y eso me animaba mucho. Sí, me animaba mucho, sobre todo aquellos días en los que a uno todo le sale mal (o quiere pensar que todo le está saliendo mal), y llega sin ganas de nada a casa, a la sucia soledad de la sucia casa del sucio y pesado trabajo.

Nos solíamos encontrar en la escalera, yo llegando y ella saliendo. Entonces yo la miraba, durante una mínima fracción de segundo, y estoy seguro, completamente seguro, de que en tan poco tiempo ella también me miraba y de que también podía estar llegando a sentir algo, algo, sólo algo de todo lo que sentía yo por ella. Me hubiera gustado juntar todos esos pequeños ratitos junto a ella para poder hacer una eternidad de ellos.

…para poder hacer una eternidad de ellos.


Me mudé a esta zona simplemente porque me cansé de ser el saco de las ostias. Todos los marrones me caían a mí. Llegué a un punto en el que, evidentemente, no pude aguantar más. Decidí largarme, pero como siempre he sido muy torpe y siempre he tenido muy mala suerte (estoy convencido de que eso es algo que nunca cambiará), el único piso que pude alquilar era uno que no quedaba muy lejos del anterior, tan solo a unos pocos cientos de metros.

Siempre caigo en los mismos errores. Parece que siga al pie de la letra aquella canción de Chavela.

De todas formas, todo eso forma parte, o puede formarla, de otra historia.


Hay un día que recuerdo con especial dolor. Fue aquel en el que estando yo en mi casa, oí abrirse su puerta. Rápidamente salté de mi incómodo sillón en dirección a la puerta. Sí, le tenía que decir algo, tenía que hablar con ella, lo necesitaba. Hablar con ella, de cualquier cosa, de lo más banal, pero hablar con ella. Llegando ya a la puerta, y a punto de abrirla, un pequeño diálogo me paró los pies y me congeló. Decidí observar a través de la mirilla. Lo que vi me partió el alma: en el rellano, ella y un hombre. Un beso. Ella le sonríe y le dice “hasta pronto”. Un beso. Él se va, y ella entra en su piso.

“Hasta pronto”.
“Hasta pronto”.
“Hasta pronto”.

No sé cuánto tiempo permanecí allí, de pie, frente a la puerta. Lo que sí sé es que lloré mucho, con unas lágrimas tan sordas que el único lugar donde se oían era en el fondo de cada uno de los restos de mi corazón hecho añicos.

Al reaccionar, analicé la imagen del hombre con quien la había visto. Era moreno, joven, pero no demasiado, sin ser tampoco mayor. Era corpulento y vestía informal, nada de elegancias por ningún lado: camiseta blanca cuyo dibujo no pude llegar a distinguir, vaqueros (algo apretados, el tío marcaba paquete), y unas zapatillas deportivas que a simple vista parecían muy cómodas. Por último, en la mano izquierda llevaba un libro. Lástima que no pudiera ver qué libro era, porque así podría haber averiguado más acerca suyo y puede que hasta de su personalidad.

Da lo mismo. Cada vez que por la calle me cruzo con alguien que me pueda recordar a ese hombre, automáticamente empiezo a sentir un odio profundo e irracional hacia él.

Desde aquel día, comencé a distanciarme de mi enigmática vecina (¿alguna vez habíamos estado cerca?). Ya no me apetecía siquiera mirarla al cruzarnos, y, ya en mi casa, cuando pensaba en ella, no salía de mi boca otra palabra que no fuera “puta”.


Dicen que el tiempo todo lo cura, y así es, porque según pasaban los días, yo me iba recuperando, diciéndome a mí mismo que yo no era así, y que debía comportarme tal como siempre lo había hecho. Poco a poco lo fui logrando. Supongo que también ayuda el que no volviera a ver (o que no quisiera ver) una situación como la contada con aquel hombre y ella.

Todo volvía a ser como antes: Nos cruzábamos en la escalera y nos mirábamos. Nada más. Ni una palabra. Eso sí, mis ganas de decirle todo lo que la amaba aumentaban y aumentaban. Esta vez no podía echarme atrás, se lo iba a decir todo. Empecé a pensar, muy nerviosamente, en las palabras que usaría. Pasaron varias horas y no encontraba las adecuadas. Así que decidí escribirlo. Al poco, tenía entre mis manos un papel con unas pocas palabras, pero que dejaban todo bastante claro.

Estaba decidido: se lo deslizaría bajo la puerta y ella, que seguro que es una mujer muy lista, sabría que he sido yo quien ha escrito la nota, vendría a hablar conmigo, y acabaría rendida a mis brazos.

Vaya, demasiadas fantasías.
De momento, decidí deslizar la nota.

Dejando la puerta de mi casa abierta, me acerqué a la suya, y justo cuando me estaba agachando (repito que lo de mi mala suerte nunca cambiará), mi teléfono móvil comenzó a sonar. Entre los nervios de mi propia situación y el susto que me dio el teléfono, entré corriendo a mi casa, cerrando la puerta, con la nota aún en mis manos. Era una llamada del trabajo. Urgente, muy urgente. Debía ir a la empresa para un asunto absolutamente inaplazable.

¿Qué hacer con la nota? Podía dejársela según salía de casa. O bien esperar a dejársela al volver de la urgencia. No sé porqué, no tenía razones, pero opté por lo segundo.

Evidentemente, el asunto tan urgente no era tan urgente, ni tan inaplazable, ni nada complicado del otro mundo. Era, simplemente, y lo digo una vez más, que tengo muy mala suerte para todo.

“Déjate de tonterías y espabila de una maldita vez. Ve por ella”, me dije a mí mismo, estando aún a las puertas de la empresa. Así lo hice: busqué algún medio de transporte pero no lo encontré, así que, no pudiendo aguantarme, empecé a correr en dirección a mi casa, o mejor dicho, en dirección a su casa, pues era a su puerta a la que llamaría y es a ella a quien le diría lo que le tenía que decir. Con las palabras que fueran. Con gestos, si era preciso.

Empecé, pues, a correr, tal y como hace Woody Allen al final de “Manhattan”, corriendo a buscar a la bella Mariel Hemingway para decirle, también, que la quiere.


En “Manhattan”, Woody Allen, tras haber recorrido gran parte de la ciudad corriendo, llega justo antes de que Mariel Hemingway se marche a Londres a estudiar. Ella, después de decirle que le dolió mucho lo que él le hizo, le pide que la espere los seis meses que va a estar fuera.

MARIEL: “Hemos esperado hasta ahora. ¿Qué son seis meses si nos seguimos queriendo?”

Allen, tras pedirle menos madurez a la chica, acaba resignándose y la deja marchar.


Cuando yo llegué, totalmente exhausto, al edificio donde vivo. Lo primero que vi fue un gran tumulto de gente. Luego distinguí algunas sirenas, tanto de policía como de ambulancia. El acceso estaba cortado, no podía avanzar más. Extrañado, empecé a prestar atención a las conversaciones de los curiosos y curiosas que allí se congregaban.

“Suicidio”, decían por un lado.
“Qué horror”, decían por otro.
“Este barrio siempre ha sido muy tranquilo”, se oía también.

Y justo en el mismo instante en que oí lo de “la chica del cuarto piso”, salía una camilla con un cadáver encima, oculto bajo una sábana blanca. El vuelco que me dio el corazón es indescriptible. Me identifiqué como su vecino y quise saber detalles sobre lo que había ocurrido, del porqué. Pero aún era pronto para que nadie supiera nada, y además enseguida fueron otras las personas las que me empezaron a hacer preguntas a mí. Respondí lo que pude como pude, pregunté si podía subir a mi casa, me dijeron que sí, y una vez allí me tumbé en la cama y no me moví de allí en no sé ni cuanto tiempo.


Me he mudado otra vez y ahora lo que procuro, solamente, es sentir curiosidad. Curiosidad por saber cuándo volveré a cometer el mismo error.


Al fin y al cabo, “Manhattan” no es más que una película.


28 de diciembre de 2009

Venga va, uno rapidito

Monstruos S.A.
[Monsters, Inc., de Pete Docter y David Silverman, 2001]

Póster [clic para ampliar]

Tiene algún toque simpático, pero me parece una de las películas más sosas y tontas de Pixar, y aunque me duela decirlo, una de mis grandes decepciones de esta genial compañía junto a Los increíbles (Brad Bird, 2004). Simplemente se aprovecharon del tirón de Shrek (también de 2001): protagonista grande y bonachón con compañero un poco tocapelotas y graciosillo de bastante menor estatura.

Citas

Cómeme el corazón

Silke, más sexual que nunca.
Tierra (Julio Medem, 1996)
 

23 de diciembre de 2009

La guarra

Si pinchas sobre los siguientes cuatro enlaces, podrás ver a una guarra en toda regla, que se exhibió sin pudor en San Sebastián el pasado lunes...

Imagen de la guarra 1

Imagen de la guarra 2

Imagen de la guarra 3

Imagen de la guarra 4

La explicación oficial para todo esto, aquí

20 de diciembre de 2009

Avatar: James Cameron, 3D

Póster (francés) de Avatar
[Haz clic para ampliar]

El rey del mundo llega a las carteleras, doce años después de Titanic, por todo lo alto con su nueva película, Avatar, donde se narra cómo los humanos han llegado, en mitad del siglo XXII, al planeta Pandora, para explotarlo todo cuanto puedan y así obtener gran cantidad (todo) de un mineral muy preciado y tremendamente caro. Este planeta está habitado por una extraña raza llamada Na’vi que se niega a aceptar la presencia humana en su planeta. Los humanos, mezclando la genética de estos seres y la suya propia, han logrado crear los avatares (copias de Na’vi pero con la mente de un humano que la controla desde una cápsula) y así poder interactuar con el entorno de Pandora sin los problemas que tienen los humanos (no pueden respirar el aire exterior de Pandora).

Esa es la premisa de la que parte esta película, que se supone que va a revolucionar el mundo del cine y su concepción respecto al entretenimiento. Muchos meses han sido los que llevábamos esperando el filme, mucha publicidad con cada vez más imágenes de la película, pósters, clips, entrevistas a James Cameron… Siempre diciendo eso de la revolución, del antes y el después. Ahora que ya está estrenada y vista, me río yo de esa revolución. Una vez más, todo se reduce a marketing hollywoodiense para vender más y más.

El gran protagonista es Sam Worthington (en su mejor momento tras haber participado en Terminator: Salvation, y que en pocos meses estará de nuevo en cartelera con el remake de Furia de titanes) a quien vemos tanto en imagen real como con su avatar. Junto a él destacan Zoe Saldana (vista en Star Trek de J. J. Abrams) como la Na’vi Neytiri y Sigourney Weaver, en un reencuentro mítico con Cameron ya que vuelve a trabajar con él tras veintitrés años con Aliens, el regreso en el papel -pequeño pero quizá de lo mejor de la película, efectos aparte- de una científica entusiasmada con la flora y fauna del planeta Pandora (reconozco que la primera vez que vi una imagen del avatar de la Weaver me pareció bastante malo, pero en la película yo diría que resulta ser el más logrado).

Avatar dura unas dos horas y cuarenta y cinco minutos y si atendemos a la historia, hay que decir que es floja y mil veces vista, previsible, con un guión a la más pura antigua usanza de Disney (sin ser una película de Disney), con muchos tópicos, incluyendo el malvado –el coronel Quaritch (Stephen Lang)- con una cicatriz en la cara, y es que siempre impresiona mucho poner a alguien con un pasado truculento. Se nota que se quiere llegar a todos los públicos y la ausencia casi total de violencia, incluso de sangre (apenas se ve un poco cayendo de un par de narices o en algún pómulo) lo evidencian. La historia aburre, especialmente durante la primera hora y media y aunque luego se anima un poco porque por fin llega la acción de verdad, no deja de ser tópica con momentos rancios (que me encantaría desglosar, pero no desearía meter ningún spoiler) con lo cual en este sentido es lo que ya se veía venir: decepcionante.

Neytiri y su flexibilidad Na'vi

Pero no nos engañemos: realmente uno no va al cine a ver Avatar esperando una buena historia (aunque es lo deseable). Uno ve esta película queriendo asistir a la famosa revolución esa que nos han vendido. Pues en mi humilde opinión, ni con esas. Quizá cambie la forma de hacer cine gracias a esta película, quizá a partir de ahora se utilicen las técnicas vistas en esta película, pero lo que no cambiará será la forma en la que los espectadores veamos o percibamos las películas. Eso seguirá siendo igual. Yo esperaba ver algo realmente espectacular en cuanto a 3D se refiere, que me impresionaran con realismo tridimensional dentro de una sala de cine… pero no ha sido así. Todas, y digo todas, las imágenes de la película son preciosas y espectaculares, con un colorismo brutal y unos seres nunca vistos. Los efectos especiales son sencillamente magníficos y se queda uno con la boca abierta con la perfección de cada elemento que se muestra, con cada uno de los movimientos de los Na’vi, que parecen reales en todo momento, no se distingue qué es real o qué no y en ese sentido, sí que es todo un logro y hay que rendir pleitesía al gran James Cameron, pero como digo, la impresión tridimensional que esperaba no me ha impactado, aunque sí que hay algunos buenos momentos en este sentido. Por lo demás, en general en lo que a FX se refiere, hay que reconocer que en ese aspecto, tantísimo dinero (la película más cara de la historia del Cine con quinientos -500- millones de dólares de presupuesto) y tantos años de trabajo le han salido bien. Una lástima lo del guión…

CONCLUSIÓN FINAL. ¿Hay que verla? Sí. No por las 3D (siendo conveniente verla en este formato), aunque sólo sea por disfrutar de los efectos visuales y de su realismo, del colorido y del sonido de Pandora y su entorno… por eso merecerá la pena. Por eso y por comprobar de lo que es capaz la maquinaria de Hollywood en estado puro buscando el entretenimiento a través del marketing y los efectos especiales para recaudar muchísimo dinero. James Cameron, a pesar de todo, es uno de los grandes.

¿Mi puntuación? Un 5.

PD: Como toda película de Disney que se precie (¡que no es de Disney! es de la 20th Century Fox) lleva canción incluida. Se trata de 'I see you' de Leona Lewis y puedes ver su vídeo aquí.

TRAILER



IMÁGENES [Haz clic sobre ellas si deseas verlas ampliadas]

Amor azul

Quaritch, sus cicatrices
y su pose chulesca

Cameron da instrucciones
al inválido Sam Worthington


El tito James

17 de diciembre de 2009

Pregunta en 3D

ATENCIÓN: Para leer este post debes tener unas gafas 3D puestas (da igual que sean de las de cartón).

Este fin de semana se estrena por fin la esperadísima Avatar, de James Cameron, con la que tendrá un taquillazo seguro debido a su revolucionario tratamiento de las 3 dimensiones. Cada vez se estrenan más películas en este formato, especialmente de animación (Up, Lluvia de albóndigas, Cuento de Navidad son algunos ejemplos) pero también se realizan otras para verlas con las famosas gafas puestas (como pueden ser Destino final 4 o la revisión de La noche de los muertos vivientes -vista en Sitges y en la Semana de Terror donostiarra).

Si uno va al cine a ver cualquiera de estas películas o las que están por venir, evidentemente debe adquirir a la entrada las gafas, lo cual hace que, con la excusa, el precio de la entrada en la gran mayoría de salas suba (unos dos o tres euros, depende del lugar). Claro, como eso de ir al cine estaba demasiado barato, debían encontrar algo que hiciera que los amables espectadores pagaran más, y esta parece haber sido la solución.

Ahora bien, y aquí es donde me surge la duda, donde realizo la pregunta que me ronda desde hace aproximadamente dos meses... Si yo ya tengo mis propias gafas 3D (de las actuales, no de las de cartón que uno se fabricaba en su propia casa), ¿me permitirá ello que pague el precio habitual de la entrada, sin el plus de las gafas?

Quizá investigue al respecto, haciendo alguna llamada.

Mis gafas 3D
Haz clic para verlas ampliadas

14 de diciembre de 2009

Work in progress

Cosas vistas y oídas durante la construcción de un nuevo inmueble en “el Chino”, un barrio popular de Barcelona que nace y muere con el siglo.

EN CONSTRUCCIÓN, de José Luis Guerín (2001)


Eso es En construcción de José Luis Guerín, película que en el Zinemaldi de 2001 obtuvo el Premio Especial del Jurado (cuando era la gran favorita para la Concha de Oro o, por lo menos, para la mejor dirección). Eso que dice el inicio de la película, tras ver unas imágenes del barrio de principios del pasado siglo, es a lo que el espectador va a asistir durante un par de horas.

Los vecinos del Barrio Chino barcelonés asisten perplejos al derribo de los viejos inmuebles y comentan lo que les viene en gana, sus opiniones acerca de lo que les viene, de lo que es el barrio para ellos, de sus propias vidas… pero siempre entre ellos, nunca hablando directamente a la cámara, haciendo que En construcción no sea un documental al uso, sino que dejan que las cámaras les graben, con Guerín a sus anchas y haciendo tremendamente espontánea cualquier aparición de cada uno de los personajes que habitan el barrio, con quienes sin duda se acaba empatizando como pocas veces puede ocurrir en una película de estas características. Tanto es así, que cuando en algún momento de la película alguien dice que los viejos vecinos del lugar no tienen buena pinta, que no son guapos, y que debería estar prohibido que tendieran la ropa en la fachada de sus casas, dan ganas de levantarse del sitio y decir “oiga señor (o señora), mire usted lo que dice, que estas personas son muy buena gente y merecen un respeto”.

¿Quiénes son los protagonistas de la película? Un buen grupo de vecinos del barrio y otros tantos obreros que trabajan en el lugar del derribo y posterior construcción de las nuevas estructuras: Un señor ex-marinero, ya muy viejo, que lleva entre sus bolsas cualquier cosa que se encuentre por la calle, y que mantiene una graciosa e impagable conversación con otro señor también mayor a quien muestra sus preciados objetos (de todas las cosas que me encuentro, nunca he encontrado algo que se acerque al medio millón, o al millón pesetas); unos niños que en cuanto pueden se adentran entre los escombros para pintar con sus dibujos, sueños e ilusiones las paredes que probablemente al día siguiente serán derruidas; dos capataces de la obra que comentan la película de la noche anterior en televisión a la hora del almuerzo; un peón marroquí que toma el pelo a su compañero español con ciertas dosis de filosofía; y entre otros, una joven pareja de enamorados, sin oficio ni beneficio y prácticamente las veinticuatro horas del día colocados, que protagonizan probablemente las escenas más entrañables de la película ya que comprobamos lo realmente enamorados que están, haciéndonos pensar que ya puede venir lo que sea, tirarán uno y mil barrios, que ellos seguirán juntos y apoyándose el uno en el otro hasta el fin de los tiempos.

Son muchos los trozos de vida que nos muestra esta película, cada uno con su historia, con los que en su conjunto José Luis Guerín nos hace ver, precisamente, cómo es la vida y cómo es la gente, qué es la convivencia e incluso el respeto mutuo. Esta película es, en definitiva, un perfecto retrato de eso que se da en llamar los nuevos tiempos, que supuestamente llegaron con el cambio de siglo pero con el que se ve que, a pesar de las innovaciones y los cambios, son las personas quienes seguirán estando ahí, al pie del cañón.



PD: Un mendigo, refugiado una noche en la nueva construcción, abrigado con una manta y con un pequeño fuego para calentar una lata de comida, con la cara llena de arrugas y claramente forjada a base de mucho tiempo en la calle, mira instantáneamente a cámara para continuar mirando a un punto del más allá. Esa mirada a cámara dura un segundo o menos, nada más. Lo suficiente como para dejarle a uno helado. Un momento desolador.

¡Videoarte!



El artista vienés Seigmund Shifflard vuelve a sorprender con su nuevo trabajo Die treppe, visto ya en diferentes muestras de arte contemporáneo de ciudades como Londres, Nueva York, Tokyo o Barcelona.

Shifflard, con esta su última obra hasta la fecha, ha obtenido galardones tan prestigiosos como el Videoart's Special Prize de Oslo y el Premio Nuevas Listas de su Viena natal, donde el célebre autor nipón Tomoro Sikucho (miembro del jurado) alabó el vídeo y la carrera de Shifflard con las siguientes palabras:

La repercusión que puede tener una pieza como la de Shifflard va más allá de lo que conocemos hasta hoy como videoarte (...) No tiene nada que ver con Internet, o con la televisión, o con cualquier forma artística vista. Shifflard es prácticamente, a día de hoy, un semidiós.

Evidentemente nunca llueve a gusto de todos y el autor que nos ocupa también tiene sus detractores, como Michael Yorkwood, crítico especializado en arte de la revista Time (que lo mismo redacta una crónica sobre arte que lo hace sobre cómo elaborar un tiramisú), con declaraciones bastante polémicas como:

Seigmund Shifflard es un señor que con la edad que tiene debe dejarse de atrocidades como las que "crea" y dedicarse a otras cosas que eviten que su cerebro continúe atrofiándose a una velocidad brutal (...) Son verdaderas aberraciones, un insulto a la creatividad y a la inteligencia del resto de la Humanidad (...) Nunca he tenido tantas ganas de asesinar al primero que me encontrase por la calle como cuando salí de aquella exposición sobre Shifflard.

Precisamente tanto Sikucho como Yorkwood coincidieron en septiembre pasado en Moscú y protagonizaron una de las escenas más bochornosas que se han sucedido en este mundillo del videoarte, tras el visionado de una de las obras de Shifflard, no sólo insultándose sino incluso llegando a las manos, resultando ambos hospitalizados con diversos traumatismos. Un videoaficionado que accidentalmente fue testigo directo de toda la situación, logró grabarlo todo y tras colgar su vídeo en Internet, resultó ser el más visto de todo el mes con millones de visitas y descargas. Lamentablemente, ha sido suprimido debido a una petición del propio Shifflard, alegando "no es mi deseo que la gente pueda asistir a la indecencia de una situación tan absurda y extraña de la que he sido indirecto catalizador".

Aun estando en el hospital y con magulladoras aún perfectamente visibles, Sikucho y Yorkwood hicieron sendas declaraciones...

Michael Yorkwood: No me retracto en absoluto de mis palabras. Por unos cuantos golpes recibidos en las costillas y en la cara no me acabará gustando lo que Shifflard realiza. Es una tomadura de pelo y siempre lo será.

Tomoro Sikucho: Esto es, directamente, lo que hace grande al arte y lo que logra que tras siglos de evolución de la raza humana, cualquier persona, en cualquier parte del mundo, sienta admiración por obras como las de Seigmund Shifflard.

Polémicas aparte, Shifflard ya ha anunciado que tiene preparadas algunas nuevas piezas videoartísticas que espera poder exponer de nuevo en las ciudades ya comentadas, así como intentar llegar a otro tipo de público, "tengan el credo que tengan y provengan de donde provengan".

7 de diciembre de 2009

Vigalondo y De la Iglesia... ¿juntos?

Carteles promocionales de la próxima película que han codirigido Nacho Vigalondo y Alex De la Iglesia...

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5 de diciembre de 2009

Citas

1) En el siglo XX el hombre fue capaz de inventar grandes cosas, como por ejemplo medios de transporte rapidísimos para poder viajar de un país a otro... Pero también las fronteras o aduanas, otro invento que precisamente lo que hace es impedir que las personas puedan viajar libremente entre países.

2) Hay que conocer el pasado para saber que no se parece al presente.

Citas pronunciadas por Antonio Muñoz Molina, comentando y charlando sobre la publicación de su última novela: La noche de los tiempos (editorial Seix Barral).

La primera de las citas es con respecto a las paradojas o incongruencias que el hombre puede producir, realizar. Entre las cuales se pueden incluir las guerras, donde sólo hay destrucción, para que tiempo después lo destruido sea de nuevo construido; la segunda de las citas fue en respuesta a una pregunta acerca de si es conveniente aquello de "remover" el pasado, eso de que quizá sea mejor no recordar ciertas cosas o directamente nada y mirar sólo hacia adelante (la novela versa sobre la memoria histórica, está ambientada en 1936 y describe la situación de los españoles en aquella época).

2 de diciembre de 2009

Escenas parecidas (o no)


Haz clic sobre las imágenes para ampliarlas

En 1994 United Colors of Benetton realizó una polémica campaña (la primera de las fotos de arriba, cuyo autor es Oliverio Toscani) al respecto de una nueva franquicia que iban a tener en Sarajevo, mientras aún duraba el conflicto balcánico iniciado en 1992. Quince años después, en 2009, una imagen similar es reproducida tras un ataque zombie a nivel global (la segunda de las fotos de arriba). Se desconoce al autor.

1 de diciembre de 2009

Lasse Hallström: Análisis profundo de su carrera

Lasse Hallström

Las películas dirigidas por Lasse Hallström son sosísimas, no me emocionan y buscan la lágrima fácil.

Y hasta aquí el análisis profundo de la carrera de un director extrañamente bien considerado.

Probablemente me repita, pero añado...

PD: Tres de sus películas son Las normas de la casa de la sidra (1999) de la que nunca entenderé su gran éxito, al igual que de Chocolat (2000), todavía más sosa (ese debía de haber sido su subtítulo: "aún más sosa que Las normas de la casa de la sidra") y Atando cabos (2001) que aunque su gran reparto mejora ligeramente el nivel, no deja de ser también sosa y con muy poco que contar.