- Tienes visita, cuatro-tres-siete –me avisaron a través de la rejilla de la puerta de mi celda. En ese momento me puse muy nervioso. ¿Visita? ¿Yo? Quién podría ser? Qué preguntas más tontas me hacía. Sólo podía ser una persona. Ella.
Empecé a organizar mi celda. La ordené. La limpié. Recogí algunos libros que se me permitía tener. Oculté las revistas pornográficas que también me permitían, bajo la cama. Pegué un repaso al polvo. Con la mano. Vaya, demasiado polvo: empecé a toser y el ataque de tos duró un par de minutos. No sabía qué más hacer. Me alisé la ropa. En vano, era una ropa dura de pelar. Ruido de llaves fuera. Ya venían. Ya venía.
- En marcha, cuatro-tres-siete –me dijeron tras abrir la puerta.
- ¿Cómo que "en marcha"? ¿Dónde vamos?
- A la sala de visitas, borrego. No pensarías que te iban a venir a visitar aquí, a la celda, ¿verdad? –me preguntó uno de los guardias.
- Vaya, pues eso parece –dijo el segundo guardia, mirando el interior de la celda. Comenzaron a reír, y sus carcajadas me parecieron odiosas-. Veamos… ¿a qué hora quiere que le despierten el señorito mañana? ¿Se molestará el señorito en comer con los demás… huéspedes? –el otro guardia reía cada vez más con las ocurrencias tan ingeniosas de su compañero- ¿o preferirá comer en sus aposentos, solo, solito?
Menudo par de zopencos, pensé, y entonces nos dispusimos a ir hacia la sala de visitas.
Empecé a organizar mi celda. La ordené. La limpié. Recogí algunos libros que se me permitía tener. Oculté las revistas pornográficas que también me permitían, bajo la cama. Pegué un repaso al polvo. Con la mano. Vaya, demasiado polvo: empecé a toser y el ataque de tos duró un par de minutos. No sabía qué más hacer. Me alisé la ropa. En vano, era una ropa dura de pelar. Ruido de llaves fuera. Ya venían. Ya venía.
- En marcha, cuatro-tres-siete –me dijeron tras abrir la puerta.
- ¿Cómo que "en marcha"? ¿Dónde vamos?
- A la sala de visitas, borrego. No pensarías que te iban a venir a visitar aquí, a la celda, ¿verdad? –me preguntó uno de los guardias.
- Vaya, pues eso parece –dijo el segundo guardia, mirando el interior de la celda. Comenzaron a reír, y sus carcajadas me parecieron odiosas-. Veamos… ¿a qué hora quiere que le despierten el señorito mañana? ¿Se molestará el señorito en comer con los demás… huéspedes? –el otro guardia reía cada vez más con las ocurrencias tan ingeniosas de su compañero- ¿o preferirá comer en sus aposentos, solo, solito?
Menudo par de zopencos, pensé, y entonces nos dispusimos a ir hacia la sala de visitas.
Continuará... en breve
[Seguir leyendo en: Do you mind? (Primera parte)]
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A ver cuál es el desenlace. Cómo en las series de los 70 tipo 'Las cuestas de San Francisco', to be continued...
ResponderEliminarYa he visto tus comentarios. El otro día, le mostré los relatos a un amigo y también fue ése el que más le gustó... y a mí es el que menos. Cosas veredes, amigo Jon.
p.s.: tienes el blog muy bien organizado. Por ejemplo, en el mío, los comentarios no me aparecen en la página inicial -lo que sería preferible- sino en la pestaña que se abre al acceder a cada relato. Ya me comentarás qué hay que hacer... el 1 de Julio con los 500 eurazos.
p.s. (2º): ahorita mismo te enlazo a mi blog.
ResponderEliminarSeñor deliphone, gracias por el enlace y por el comentario, pásate por aquí cuando quieras, ya sabes. Leeré con más historias las historiasdeliphone y ya te iré comentando cuál me va gustando más.
ResponderEliminarY sobre lo de los comentarios, creo que había alguna opción por ahí... ya miraré a ver cómo era y te lo cuento. ¡Saludos!
gracias y un abrazo, amiguito.
ResponderEliminarESCRIBES QUE TE CAGAS, CHAVAL!
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo, seas quien seas!
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