SECCIÓN OFICIAL
Y de repente, como quien no quiere la cosa, llega la
polémica al Zinemaldia. Polémica absurda, como muchas otras que se viven en los
tiempos de Twitter.
Se estrena la película Sparta, del director Ulrich Seidl, y debido
a una denuncia del periódico alemán Der Spiegel donde se acusa al director austríaco
de prácticas abusivas con los menores protagonistas de la película, se hace
público un comunicado desde Filmin, la plataforma que tiene los derechos de
distribución de la película, anunciando que el director no la presentará en San
Sebastián, para no ensombrecer con esta polémica el recorrido de la misma. “Debe
ser la película la que hable por sí misma”.
He de reconocer que tampoco es que haya visto toda la filmografía
de Seidl, pero todo lo que he visto me ha transmitido unas sensaciones bien
majas, ya fuera incomodándome o divirtiéndome, pero sobre todo, ha removido
algo en mí en algún momento del visionado de sus películas, algo que me hace ver
cómo es la Europa donde vivimos, cómo es la sociedad acomodada europea, cómo es
“la pedrada” que tienen ciertas personas cuando llevan sus obsesiones, o sus
gustos, más allá de lo que se puede pensar de primeras (imposible olvidar las
películas, a nivel documental, Amor animal, En el sótano -para mí su gran película-, o Safari).
Y es que Seidl es un director experto en incomodar, como
bien decía José Luis Rebordinos (director del Zinemaldia) cuando surgió toda la
polémica. El Zinemaldia, de forma muy valiente, decidió mantener las proyecciones de la
película, al contrario que el festival de Toronto, que la quitó de su parrilla.
Rebor decía que para quitar la película de la programación, quien debe
ordenarlo es un juez con una sentencia en firme. Y de momento nada de eso hay.
En la película no hay momentos explícitos en ningún momento.
Sólo se muestran las caricias, que quizá hayan llevado a algo más después, pero
nunca se ve. Y esto es lo que hace remover cosas en las tripas del espectador.
Es todo especialmente turbio, pero ese “off”, esas elipsis son también
magníficas en la película. Yo creo que todos los espectadores de la sala
estábamos esperando esos momentos explícitos, donde se viera algún tipo de
abuso o algún momento duro con los niños. Pero no.
Estamos ante una película que por momentos es una película
de terror. No sólo por lo ya comentado de estar esperando algo entre el adulto
y los niños, sino porque al final, [OJO, QUE METO UN SPOILER AQUI] la turba
acaba yendo a por el monstruo, asaltando la fortaleza que había construido para
jugar con los niños (el nombre de la fortaleza es, precisamente, Sparta, y los
niños juegan a ser espartanos o dioses griegos, por supuesto sólo en ropa interior
para deleite del protagonista), y el monstruo, que no quiere ser así pero no
tiene más remedio, debe huir. [VALE, SE HA ACABADO EL SPOILER] A esto se le
suma el final de la película, que resulta aterrador. O quiá no lo sea, pero a
mí, como espectador, me ha puesto realmente los pelos de punta. Y por si fuera
poco, sin dejar de sentir cierta lástima por Edwald. Ese es el gran saber hacer
de Ulrich Seidl: Yo te muestro lo que hay, y luego tú te buscas la vida con qué
quieres obtener o interpretar de lo que te enseño. Sal de Twitter. Haz un
esfuerzo y reflexiona.
Por cierto, que la historia está basada en hechos reales y es la segunda parte de la película Rimini, que Seidl presentó en el último festival de cine de Berlín (aún no la tengo vista, desconozco a qué nivel están relacionadas ambas películas, más allá de que el protagonista de Sparta debe de ser hermano del de Rimini... pero no estoy seguro del todo).
La película parece haber tenido bastante buena aceptación en el Zinemaldia, pues la gente ha aguantado sin irse de la sala. Eso es una muestra de que no hay nada explícito, pues de haber sido así habría pasado como pasó con el pase de Playground en 2016, donde la salida del cine fue masiva y se escucharon insultos y gritos al director, presente en la sala (una de las cosas que más le llamaron en aquellos improperios fue "enfermo")
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