12 de septiembre de 2022

David Cronenberg: Videodrome (1983)

 

En 1983 llega la película que supone un antes y un después en la filmografía de David Cronenberg: Videodrome. Es su cima, es donde alcanza el summum de su carrera, pues no ha hecho nada que se le parezca. Es su obra maestra (de todas las que tiene, ya que tiene varias, pero esta es probablemente la que más alto se encuentra), y además es también la película en la que el propio director opina que ya ha realizado todo cuanto quería realizar, siendo esta una de las razones que le llevan a justificar que en su siguiente película (La zona muerta) no la haga con un guion escrito por él mismo, sino que sea con material ajeno. Por si fuera poco, es nada menos que alguien tan potente como Universal quien le produce la película... lo cual quedó claro que no era algo conveniente, porque según palabras de Cronenberg, no entendieron la película debido a lo conservadores que eran, y solamente la tuvieron en exhibición una semana. Con eso, obviamente, la película no tuvo éxito.


Estamos ante una película que lleva al extremo lo relacionado con la Nueva Carne: El presidente de un canal de televisión por cable llamado Civic TV, la “televisión cívica”, algo que no concuerda en absoluto con lo que ahí se ofrece: vídeos porno y hardcore para excitar a los televidentes, para “dar a la gente algo que no pueda encontrar en otra parte” (en palabras del personaje, interpretado por James Woods), queriendo ir más allá en cuanto a contenido fuerte que ofrecer, descubre a través de unas cintas de vídeo el Videodrome, un lugar donde se tortura, aparentemente de forma real, a la gente. Esto le interesa y le lleva a investigar sobre el tema, buscando quién o qué es exactamente Videodrome, haciéndole caer de lleno en la red de una serie de personajes que lo llevan a una espiral de alucinaciones que mezclan, confunden, fusionan, realidad y ficción, tecnología y cuerpo humano, sexo transmutado, dolor, placer, y muerte. La Nueva Carne.

Videodrome es una de las películas más hipnotizantes de Cronenberg, pudiendo calificarse como una de esas películas que no se tiene claro en ciertos (o muchos) momentos qué está pasando pero que no se puede dejar de mirar la pantalla (David Lynch es otro experto en estas lides). Nunca mejor dicho eso de no poder dejar mirar la pantalla, ya que la propia película va de eso: la alienación de la gente frente a la televisión y a su contenido, a lo que ésta puede provocar en nosotros como espectadores si no nos abrimos a otros mundos, a otras realidades más allá de lo que ahí se ve. Cronenberg lo ejemplifica con sus personajes, haciéndoles decir aquello de “muerte a Videodrome, larga vida a la nueva carne”, en los momentos en los que ya la realidad y las alucinaciones han llegado a un punto en el que es difícil dilucidar dónde se está, en qué momento concreto han empezado las alucinaciones o qué se está viendo. El espectador debe elegir qué camino coger, al igual que, al final de la película, lo elige el protagonista.


El guion de Cronenberg es fabuloso, pues aparte de confundirnos con lo mencionado sobre las alucinaciones, está lleno de ideas loquísimas: existe una “Misión del Rayo Catódico”, donde los vagabundos van a ver imágenes en televisiones que les ponen, en vez de darles comida; la empresa que está detrás del Videodrome, llamada Spectacular Optical (cómo no, una empresa o corporación malvada en una película de Cronenberg) quiere gobernar las alucinaciones de todo el mundo, grabándolas con un aparato que se coloca en la cabeza; la utilización de las imágenes de vídeo como virus que produce las alucinaciones... Y no olvidemos uno de los nombres de uno de los personajes clave de la historia: Brian O'Blivion, cuyo apellido significa “olvido”, que se comunica siempre a través de una pantalla y que en un momento dado se desvelará gracias a su hija que él ya no existe en esta realidad, pero su memoria, discursos y legado se quiere mantener a través de un montón de cintas de vídeo, llevando entonces la contraria a su propio apellido.

Prácticamente toda la película está rodada en espacios pequeños, interiores, lo cual ayuda a notar ese desasosiego general y el sentimiento de irrealidad que tiene toda la historia, y además está montada de una forma fantástica, teniendo algún momento en el que Cronenberg se permite flirtear con el Hitchcock de Vértigo (De entre los muertos) y uno de sus momentos más increíbles dentro de toda su filmografía: aquel en el que James Stewart y Kim Novak se besan, empezando a girar todo sobre ellos, cambiando la percepción que Stewart está teniendo de la realidad, no sabiendo dónde se encuentra realmente al besarla... Pues eso mismo pasa en el momento en el que, más allá de un simple beso (hablamos de Cronenberg), los personajes de James Woods y Deborah Harry están haciendo el amor en el suelo del piso de él y según se acerca la cámara, es cuando Woods se fija en que su obsesión está yendo más allá de lo que pensaba y esperaba: se encuentran follando dentro del Videodrome y el cambio de lugar ha sido sin que nadie se diera cuenta. Sin duda, un momento sublime del que Cronenberg sale perfectamente airoso ante la referencia.


Por cierto, James Woods está sobresaliente en la película, y la mencionada Deborah Harry, mítica cantante del grupo Blondie, además de guapísima, está también fantástica como Nicki, la chica que se excita con el dolor (le gusta que le hagan cortes en el hombro, que le apaguen cigarrillos en los pechos...) y que le empieza a llevar definitivamente hacia un camino sin retorno.

En definitiva, Videodrome es una película única en todos los sentidos, que rompió moldes y quizá por eso no fue entendida en su momento, pero que años más tarde ha demostrado ser todo un referente indiscutible en cineastas y en películas ya calificadas de culto, como por ejemplo la trilogía de Tetsuo, dirigida por Shinya Tsukamoto (acólito perfecto de Cronenberg en cuanto a Nueva Carne se refiere). También se puede ver algo de Videodrome, a muy menor escala pero también con relación sobre una persona, la tecnología del vídeo y sus obsesiones o alucinaciones, en la más reciente Rent-a-pal (Jon Stevenson, 2020).

Hay que aprender a vivir en un mundo extraño
¡Larga vida a la Nueva Carne!



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