10 de septiembre de 2022

David Cronenberg: Scanners (1981)

 

La unión de mentes es algo aterrador, fascinante

Kim Obrist -Jenniver O'Neill- en Scanners

Ya tras el estreno de la película que nos ocupa, Scanners (al que en el título en castellano se le añade eso de “su sólo pensamiento puede matar”), David Cronenberg alegaba que esta película era menos personal, menos íntima. Quizá porque ya tenía un buen presupuesto, o quizá porque resultó ser muy popular y exitosa, cosa que sí ponía contento a Cronenberg ya que fue la película que le hizo conocido y reconocido para muchos críticos de Estados Unidos (además, ese éxito género varias secuelas, en las que Cronenberg ya no tuvo nada que ver), o quizá también porque en según qué términos, tampoco narraba temas relacionados con la Nueva Carne, aunque como veremos luego, en cierta manera sí los sigue tratando... De todas maneras, a pesar de lo que el propio director dijera, le quedó una estupenda película, con muchos más puntos a favor que en contra, y con uno de los momentos más recordados e icónicos dentro del cine fantástico de toda la historia. Hablo, cómo no, de esa cabeza estallando.


En Scanners tenemos una corporación, Consec, que se supone que vela por la seguridad nacional, que quiere encontrar a todas las personas que se llaman scanners, es decir, personas con poderes telequinéticos que manejados de mala manera pueden hacer mucho mal. Para ello, el doctor Ruth encuentra a Cameron Vale, un scanner al que convence para su causa, en principio buena: hay que encontrar y parar los pies a Darryl Revok, un scanner cuyo objetivo es dominar el mundo con su poder. Con la ayuda de una mujer con el mismo poder llamada Kim Obrist, Vale irá descubriendo todo lo que hay detrás de las ideas de ConSec: una conspiración farmacológica que utilizando un medicamento llamado efemerol podrá hacer a Revok cumplir sus deseos megalomaníacos.

Como se ve, no hay en esta ocasión ningún científico loco de por medio, un tipo de personaje al que por lo general nos tiene ya acostumbrados a estas alturas el bueno de Cronenberg, pero sí alguien con ansias de poder a gran escala, y todo ello con una gran corporación detrás... Se atisban elementos cronenbergianos, como sucede también desde el inicio de la película en un centro comercial, con unas tonalidades rojas fantásticas que ya ponen alerta al espectador y presentan al protagonista de la historia, viendo qué es capaz de hacer. Tras eso, recuperamos algo que Cronenberg ya hizo en Cromosoma 3: Una especie de representación teatral que no es tal. Si en Cromosoma 3 el inicio de la película era el doctor Raglan haciendo terapia a un paciente con un público expectante, en Scanners el doctor Ruth lleva a gente a que vean al scanner tendido y atado en su cama mientras se retuerce, atentos a lo que pueda hacer. Cronenberg y la teatralización.


Pronto se explicará de qué va eso de los scanners: Se les define como monstruos de la naturaleza, es algo con lo que se nace, y hay que saber utilizarlo bien. Con esto, es inevitable pensar en las historias de superhéroes, sobre todo en las de los mutantes de los tebeos de la Patrulla X. En este caso el doctor Ruth sería una especie de Charles Xavier sin silla de ruedas, que es quien quiere orientar hacia el buen camino a Vale (su “arma secreta”) y rescatar al resto de scanners del mal camino. Estamos por tanto ante una película de superhéroes, que también se torna en thriller o película de espías, con su pequeña trama de investigación inicial, sus tiroteos y sus persecuciones, y el tema general de la conspiración.

A nivel de montaje y dirección, Scanners está realmente bien hecha. Muchas de las conversaciones entre personajes se realizan mediante primeros planos. Esto tiene sentido ya que uno o varios de esos personajes son scanners, es decir, están leyendo la mente de la otra persona, y con esto, el espectador, parece también estar haciéndolo. O al menos, intentándolo. Además, los fundidos son excepcionales, o mejor dicho, las fusiones entre planos, ya sea sobre personajes intercambiando sus caras para mostrar esas lecturas mentales, o para revelar algún dato clave (lo apunta Quim Casas en el libro “David Cronenberg: Los misterios del organismo” -pág, 41-, editado por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donosti: de un plano de la cara del villano Revok se pasa al edificio ConSec, dando a entender ya la procedencia y centro de mando de ese personaje).


Una de las cosas más fabulosas de la película, al menos para quien esto escribe, es precisamente el punto donde se puede ver esa conexión entre el cuerpo humano con la tecnología, es decir, uno de los temas de la Nueva Carne. Como decía al inicio de este texto, Scanners tiene de eso aunque no lo pueda parecer: Hay una secuencia en la película donde únicamente mediante la mente, una persona se puede conectar a un ordenador, y es más, será a través de la línea telefónica que realizará el escaneo de los datos que el aparato contiene. Son sin duda estas unas ideas loquísimas pero a la vez fascinantes, que nos acercan al mundo de Cronenberg que tanto se admira.

Con un giro final en la historia que remite a Caín y Abel de forma un tanto culebronesca o irregular, pero con un toque un poco gore lleno de efectos de maquillaje que gana al espectador del fantástico, el plano final se permite dejar cierta ambigüedad, primero con la frase que se pronuncia (”hemos ganado”), y después con esa mirada en primer plano... Curiosamente, el mismo tipo de plano final que en Cromosoma 3. Un final abierto a las conjeturas de los espectadores, cosa que claramente gusta hacer a Cronenberg.




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