Ya muy enfermo y mientras montaba Tres colores: Blanco, Krzystztof Kieslowski continuaba rodando y lo hacía para cerrar su trilogía francesa, el tercer color de la bandera gala, representante de la fraternidad, el hermanamiento, la comprensión y la solidaridad.
TRES COLORES: ROJO
Trois couleurs: Rouge, 1994
Con esta última película es con la que por fin llega la esperanza a la trilogía de Kieslowski (y quizá también a su filmografía. No deja de ser curioso que justo sea en su última película donde esto sucede). Por fin vemos un desenlace que nos hace pensar que es posible la redención y la felicidad en el ser humano. Por fin llega el amor. Por fin llega aquello que simboliza el tercero de los colores en la bandera francesa: la fraternidad, el amor. La unión entre diferentes, que siempre parece algo tan imposible, llega a suceder. Cuando más cerrados creemos tener el corazón y la mente, la aparición fortuita de alguien en nuestras vidas puede hacer que, poco a poco, esa cerrazón vaya desapareciendo. Y lo mejor de todo es que ese alguien puede ser alguien que ni siquiera tenga nada en común con uno mismo, al menos a priori.