24 de diciembre de 2019

Casi todo Kieslowski: 'Tres colores: Rojo'

Ya muy enfermo y mientras montaba Tres colores: Blanco, Krzystztof Kieslowski continuaba rodando y lo hacía para cerrar su trilogía francesa, el tercer color de la bandera gala, representante de la fraternidad, el hermanamiento, la comprensión y la solidaridad.

TRES COLORES: ROJO
Trois couleurs: Rouge, 1994


Con esta última película es con la que por fin llega la esperanza a la trilogía de Kieslowski (y quizá también a su filmografía. No deja de ser curioso que justo sea en su última película donde esto sucede). Por fin vemos un desenlace que nos hace pensar que es posible la redención y la felicidad en el ser humano. Por fin llega el amor. Por fin llega aquello que simboliza el tercero de los colores en la bandera francesa: la fraternidad, el amor. La unión entre diferentes, que siempre parece algo tan imposible, llega a suceder. Cuando más cerrados creemos tener el corazón y la mente, la aparición fortuita de alguien en nuestras vidas puede hacer que, poco a poco, esa cerrazón vaya desapareciendo. Y lo mejor de todo es que ese alguien puede ser alguien que ni siquiera tenga nada en común con uno mismo, al menos a priori.

En Tres colores: Rojo asistimos a todo lo comentado antes de la mano de Valentine (Irène Jacob), una bella modelo, generosa e inocente, y un juez (Jean Louis Trintignant), amargado de la vida y de la gente, que espía a sus vecinos. Cuando ella no está viviendo un bien momento personal (en cuanto a noviazgo se refiere) conoce al juez por haber atropellado a su perra, descubriendo así esa oscuridad permanente en la que ella vive. Él, en cambio, aprecia enseguida la luz que desprende la chica, pero su actitud logra que esa luz se desvanezca a la primera de cambio. Será cuando ella vuelve donde él cuando poco a poco consiga hacer hueco en su negrura interior. Más concretamente, eso sucederá cuando él confiese a qué dedica su tiempo libre, provocando por parte de ella un rechazo inicial que enseguida se tornará en ligero acercamiento... Comienza, pues, la fraternidad tan buscada por Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz.


Tanto es así, que ambos personajes realizan cosas que creían imposibles (especialmente el juez, quien se delata a sí mismo), dándose cuenta de que no está todo perdido. Como bien se apunta en el libro La doble vida de Krzysztof Kieslowski, ya referenciado en varias ocasiones en este ciclo, ambos personajes están perfectamente retratados en cuanto a lo que representan: ella es modelo (imagen) y él es juez (palabra). Ambos conceptos de la vida, siempre tan distanciados, logran unirse y romper toda barrera existente entre ambos. Fraternizan. Objetivo cumplido: la felicidad sí es posible.

Toda la parte final, aquella que da sentido a cosas expuestas por Kieslowski en toda su filmografía, es un cierre perfecto. Desde esa viejecita que no consigue meter una botella en el contenedor (1), hasta la aparición de cada personaje de la trilogía tras un naufragio, donde además asistimos a lo que quizá sea el inicio de la historia entre Valentine y su vecino, a quienes, como espectadores, hemos deseado ver juntos casi desde el principio de la película. Este es sólo uno de los muchos detalles que hace ver lo bueno que es el guión de Tres colores: Rojo. Ver al juez conteniendo la respiración frente al televisor y la tragedia del naufragio, o demostrando ternura con los cachorros de su perra, hace comprender que el cambio dentro de uno mismo es posible.

Uno de los momentos más bellos y significativos de la película, donde nos damos cuenta de lo bien escrita que está esta parte (y la película en general), es aquel en el que el juez cuenta su historia completa, sentado en el teatro frente a Valentine. Perfectamente narrada, contiene las pausas justas, hechas en el momento adecuado (el utillero que interrumpe) para que, como espectadores, nos sintamos atraídos al cien por cien por su historia. Una simple narración sobre el pasado, a corazón abierto, que nos mantiene atentos y expectantes, haciéndonos comprender, además, al personaje que la cuenta, cobrando así todo el sentido el comportamiento del personaje. Nosotros, con esto, también hemos cambiado. Nuestro "yo" interno ya no es el que era tras esta comprensión.


Estamos ante un estupendo cierre a una trilogía y más concretamente (por desgracia) a una filmografía llena de simbolismos y significados que cada espectador deberá buscar dentro de sí mismo, pues justamente eso mismo es lo que buscaba Krzysztof Kieslowski. El cineasta del azar y de la realidad.


(1) En Tres colores: Azul, el personaje de Juliette Binoche observa a la mujer de una forma casi inerte; en Tres colores: Blanco, el protagonista Karol casi se ríe de ella; y en Tres colores: Rojo, por fin, es ayudada a meter la botella gracias a Valentine... sin duda, una gran metáfora.


1 comentario:

  1. Kieslowski era un mago para los detalles, los gestos pequeños, el dar mucha importancia a objetos dentro del argumento ( la lámpara de «Azul», por ejemplo). Y tenía una sensibilidad muy especial a la hora de mostrar a sus personajes: el chaval de «No amarás», una historia que podría haber caído en lo habitual, pero que él muestra con delicadeza. Uno de mis directores favoritos 💜💜💜💜

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