Recuerdo la primera vez que vi Los Cazafantasmas. Fue en casa de un amigo, de esos que tenía “aparato videograbador y reproductor de cintas”, vamos, el vídeo de toda la vida (we miss you!). Yo era un cagueta y aquella vez no hizo sino confirmarlo, una vez más (al igual que hicieron otras películas de la época tan significativas como Alien, El Octavo Pasajero –tuve un mes de pesadillas gracias a ella- o Gremlins). Aquel primer trozo de la película donde el fantasma de una bibliotecaria cambia su amable apariencia por la de un monstruo se me quedó grabada a fuego en la mente (otras escenas también, pero esa la que más). Y eso que la vi a medias, ya que me tapé los ojos con las manos, pero siempre queda el hueco entre los dedos para visualizar ese tipo de cosas… Estaba cagado de miedo, sí, pero esa sensación de querer ver más, que en principio pocas cosas como el cine producen, continuó y continuó y continuó…
¿Qué decir sobre este icono ochentero? El asunto es que Los Cazafantasmas es una gamberrada, cosa de la que me acabé dando cuenta una vez que finalizó la película, porque claro, era imposible no reírse de las cosas que decían los protagonistas, y disfrutar con la mítica canción de Ray Parker Jr., cantándola hasta la saciedad. Una gamberrada donde una serie de amiguetes se reunieron para reírse de todo el tema de la parapsicología y los fenómenos paranormales, así como del cine fantástico, pero a la vez homenajeándolo sin pudor.
Nota: Este tipo de reuniones de gente (muchos salidos del Saturday Night Live americano) haciendo películas ya había ocurrido con anterioridad, como por ejemplo con Granujas a Todo Ritmo (John Landis, 1980), sin duda otra película muy disfrutable y también un icono, con lo cual la cosa funcionaba muy pero que muy bien. Espero que sepan lo agradecidos que les estamos… Los tres personajes principales son Peter Venkman (Bill Murray), Egon Spengler (Harold Ramis), y Ray Stantz (Dan Aykroyd), cada uno con su pedrada particular pero entregados al cien por cien al proyecto y a sus personajes. A ellos hay que sumarles Ernie Hudson (el cuarto cazafantasmas), Rick Moranis (como secundario graciosete –experto en estas lides) y por supuesto Sigourney Weaver, que sale más irresistible que nunca.
Hay muchas personas que opinan que Los Cazafantasmas ha envejecido muy mal, que ni siquiera en su momento tenía gracia, que está mal hecha… En fin, un servidor difiere completamente y añado que a toda esa gente hay que decirle que sin este tipo de películas, especialmente en los años ochenta, donde la sinvergonzonería, el desparpajo y la libertad a la hora de hacer cine pensando en el público (joven) y no sólo en la taquilla, con temáticas que atraían a unos jóvenes que sabían que iban a ver algo diferente y no tanto remake estúpido de ejecutivos sin ideas… a toda esa gente (a la que he oído o leído este tipo de críticas hacia esta película y que son personas que eran niños o jóvenes en aquella época) hay que decirles bien alto: ¡vosotros no habéis tenido infancia!
Por tanto, y aunque Los Cazafantasmas no sea una película al uso de esas de pasar miedito, sino más bien una comedia fantástica, tiene los suficientes ingredientes como para que el personal disfrute completamente una estupenda velada: gamberreo y cachondeo, fantasmas, fantasía, y unos personajes y situaciones inolvidables.
[Artículo originalmente publicado en El último blog a la izquierda]
No hay comentarios:
Publicar un comentario