9 de septiembre de 2022

David Cronenberg: Vinieron de dentro de... (1975)

 

En 1975 David Cronenberg realiza la película por la que ya será conocido por todo el mundo. A diferencia de Stereo y Crimes of the future, en Vinieron de dentro de... tiene más dinero, más tiempo de rodaje (aunque tampoco demasiado: quince días) y un equipo de rodaje también más amplio. El resultado, aun habiendo en los dos trabajos anteriores ciertas ideas muy interesantes que supo llevar y utilizar bastante bien, es un salto cualitativo importante en la filmografía del canadiense. Ahora sí, aparece de verdad el “body horror”, el “horror parasitario”, el “horror venéreo”, el “horror biológico”... Términos cien por cien cronenbergianos, definitorios de la Nueva Carne, que marcarán y estarán presentes en toda la carrera del director.

En Vinieron de dentro de... viajamos a la torre Starliner, un edificio (de nuevo, un edificio tiene importancia y protagonismo en una película de Cronenberg) en una isla donde un parásito dentro del cuerpo de las personas hace que éstas sean más violentas y que su apetito sexual aumente muchísimo. Pronto descubriremos que todo ello es debido a unos experimentos de un doctor (que no falte el científico loco en una película de Cronenberg) que ha creado dicho parásito para que, dentro del cuerpo humano, sustituya a órganos defectuosos para mantener el buen funcionamiento del organismo. Obviamente el experimento sale mal y lo que produce este parásito es lo citado acerca del apetito sexual. Con esto, claro, se nos viene a decir que lo que está mal en las personas es lo relacionado con el sexo, o más bien con cómo está de reprimido, haciendo que el puritanismo desaparezca para lograr un nuevo orden sexual mundial que erradique la represión sexual de la sociedad.


La película va directa al grano desde su inicio: tras un anuncio publicitario (fotogtafía y voz en off) sobre la torre Starliner, presentándonos la localización de toda la película, enseguida vemos cómo un hombre ya mayor quiere asesinar a una joven vestida de colegiala, lográndolo para posteriormente abrirla en canal. Casi en paralelo vemos también a un hombre limpiándose los dientes, con el torso desnudo y palpándose unos extraños bultos que tiene en el vientre... Todo ello en cinco minutos. Al poco, ya se explica todo el posible leit motiv sobre el parásito (una especie de babosa cuya forma es una mezcla entre excremento y falo), sucediéndose los ataques a todos los personajes que habitan en el edificio. Primero poco a poco, manteniendo cierto tono de suspense, pero luego ya de forma desatada, culminando en tremendas orgías de “zombies sexuales” y un final que apela a ese nuevo orden sexual comentado, muy al estilo de las películas de terror de los años cincuenta. Citando a Rubén Lardín en su fantástico artículo del libro “David Cronenberg: Los misterios del organismo” (editado por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donosti), la enfermedad (venérea) se sale con la suya.

Y es que el terror de los cincuenta está muy presente en la película, siendo inevitable acordarse de títulos como La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960), El enigma de otro mundo (Christian Niby y Howard Hawks, 1951). Películas que por lo general tenían una clara alusión social, cosa que podrían compartir con Vinieron de dentro de... Por cierto, que como curiosidad, es sabido que el título inicial de la película iba a ser Orgy of the body parasites ("La orgía de los parásitos corporales"), pero no convencía a nadie y se cambió por The parasite murders (en su versión inglesa/americana), que tampoco gustaba así que volvieron a retitularla They came from within, o Shivers (su título más conocido, traducido literalmente de la versión francesa; Frissons).

Además de los títulos citados de los años cincuenta, uno se puede acordar también de películas como Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o incluso Átame (Pedro Almodóvar, 1989). Sobre la primera, hay que fijarse en el parásito, que coincide en salir del interior del cuerpo. Sobre esto, Cronenberg estaba convencido que Dan O'Bannon (guionista de Alien, el octavo pasajero) lo había copiado. Por otro lado, sobre la película de Almodóvar, cabe recordar una de sus escenas más icónicas: Victoria Abril en la bañera y un submarinista de juguete. Pues bien, en Vinieron de dentro de... Vemos a la actriz Barbara Steele (inolvidable en muchos clásicos italianos de terror) en la bañera y al parásito que llega a ella mientras vemos un plano de las piernas del personaje. Como curiosidad, decir que las piernas que se ven no son las de Barbara Steele, sino las de una doble. Cronenberg quería trabajar con ella desde el principio, pero tenía entendido que estaba retirada. Finalmente pudo contactar con ella de casualidad y, para su sorpresa, aceptó. Su papel es muy breve y el propio director cree que ella no debió de quedar muy contenta con el resultado de su actuación, cosa que nunca se llegó a confirmar.


No puedo dejar de mencionar que la película está producida por el gran Ivan Reitman (director de Los cazafantasmas, entre muchas otras) y que también ejerció de “supervisor musical”, función que no está especialmente claro qué es, pero se cree que simplemente consistía en coger canciones de aquí y de allí y ponerlas en la película, suponemos que evitando pagar más de la cuenta por los temas.

Con algunos toques de humor negro (las viejecitas con paraguas), de película de zombies (personajes huyendo entre pasillos de los ataques de los infectados) o de puro terror ambiental (la piscina, en silencio -uno de los mejores momentos de la película), está claro que estamos no ante el nacimiento de un cineasta con obsesiones constantes, pues eso ya se veía en las dos anteriores películas, sino ante la confirmación de que David Cronenberg sabe utilizar a la perfección unos recursos que pueden resultar incómodos, no vistos hasta ahora y que son un estudio magnífico de la psique y del cuerpo humano, de sus necesidades, de sus instintos más básicos.





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