En 1983 el gran productor Dino de
Laurentiis (en realidad su hija Rafaella) se interesó por la obra de
David Cronenberg. De Laurentiis venía de trabajar con otro nombre
imprescindible del cine, David Lynch, haciendo
Dune (que resultó un
fiasco total), pero el nombre ya reconocido de Cronenberg y las ganas
que tenían de trabajar con cineastas autores hizo que se fijaran en
él para realizar
La zona muerta. Con esto, y con las palabras del
propio director diciendo que estaba un poco cansado al haber hecho
todo cuanto quería con
Videodrome, se centró en un guion ajeno
basado en la obra de un escritor del que estaban venga a hacerse
adaptaciones (y aún se siguen haciendo), nada menos que Stephen
King. El guion lo adaptó Jeffrey Boam, guionista que tras esta
película escribió películas tan relevantes como las tres primeras
entregas de
Arma letal (Richard Donner),
El chip prodigioso (Joe
Dante), o
Indiana Jones y la última cruzada, entre otras. Ahí es
nada. Eso sí, el guion no es precisamente lo mejor de la película.
Afortunadamente ahí está el saber hacer de Cronenberg junto a su
director de fotografía habitual, Mark Irwin, para realizar una
película fantástica. Por cierto, los admiradores más acérrimos
acusaron a Cronenberg de venderse haciendo esta película... En fin.
La zona muerta no podía empezar mejor:
Un tipo corriente llamado John Smith (con ese nombre, cómo no va a
ser corriente) e interpretado por Christopher Walken, es profesor de
lengua y se le ve recitando nada menos que a Poe a sus jóvenes
alumnos. Además, les indica que lo próximo que estudiarán será la
leyenda de Sleepy Hollow, cosa que vista ahora tiene su gracia, ya
que Walken sería el encargado años más tarde (en 1999) de dar vida
a ese jinete sin cabeza en la película que dirigió Tim Burton sobre
esa historia. Tras estas referencias que ya se meten al fan en el
bolsillo, se ve que Smith tiene una novia, Sarah (Brooke Adams), con
la que se va a casar. Son felices, hasta que volviendo a casa en
coche solo por la noche mientras llueve mucho, un camión vuelca y
provoca un accidente que deja a Smith cinco años en coma, poniendo
la vida que tenía completamente patas arriba: Sarah se ha casado con
otro hombre y tiene un hijo de unos diez meses. El mundo se ha
olvidado de él, excepto sus padres y el doctor que le trata...
Pronto se dará cuenta de que posee un don: al tener contacto con una
persona, puede ver momentos de su vida (del pasado, del presente o
incluso del futuro, como se descubrirá más adelante) que pueden
influir en esa persona de la que está teniendo la visión. Este
extraño poder psíquico, extrasensorial, será sin duda su
maldición.
Decía antes que mucha gente acusó a
Cronenberg de venderse a la industria, de no tener ya capacidad
autoral, de alejarse de lo que él solía hacer y contar en sus
anteriores películas, es decir, de los temas de la Nueva Carne
(recordemos que viene de Videodrome, su obra cumbre)... Sí, pero no.
Está claro que La zona muerta no tiene transmutaciones corporales ni
fusiones con la tecnología, ni pústulas exudantes, ni nada similar.
También está claro que los momentos violentos están suavizados de
forma que no se muestran en pantalla (no hay sexo, y la violencia no
se ve: una violación, unas tijeras clavándose en la boca...),
probablemente para hacer que la película no generara rechazo. Pero
también está claro que ese poder que tiene el protagonista viene a
través de su cabeza, que le provoca un enorme dolor al tener las
visiones y que además, cuanto más lo usa, lo degenera físicamente.
Este poder es otra forma de virus. No tan explícito y en absoluto
siendo el centro de la historia que se cuenta, pero ahí está este
elemento cronenbergiano.
Hay un detalle en la historia, que
desconozco si se encuentra plasmado en el libro de Stephen King, que
llama la atención y suele pasar desapercibido: Cuando al inicio de
la película la pareja formada por John y Sarah montan en una montaña
rusa, a él le viene repentinamente un fuerte dolor de cabeza
(tengamos en cuenta el detalle de que lo hace entre metales, entre
todo el mecanismo de la atracción en funcionamiento). Lo que
probablemente se esté contando es que antes del accidente, Smith ya
tenía “algo” en su cabeza. Algo que desconocía, algo que no
sabía usar. Es el accidente, es decir, un evento radical y violento,
el que potencia que pueda usarlo en cuanto despierta del coma.
Cada vez que vemos al protagonista en
interiores, llama la atención que se le graba ligeramente en
contrapicado, desde un punto en el que se aprecie también el techo
de las estancias donde se encuentre. Esto es todo un hallazgo visual
por parte de Cronenberg, ya que parece que el propio personaje toca
el techo, con lo cual su dolor de cabeza podría agravarse con esa
sensación, amén de saber que él no quiere tener ese don, él lo
que quiere es vivir una vida normal y dejarse de visiones, pero el
poder lo enclaustra de alguna manera. Y eso se aprecia con una idea
tan buena como la de que podamos ver el techo de los sitios donde
está (que Christopher Walken sea un tipo alto ayuda a este tipo de
planos).
Como decía al inicio, la película
está fotografiada por el habitual de Cronenberg Mark Irwin (una vez
más, sensacional con esos colores grisáceos, con ese frío que
transmite cada plano), pero con quien no pudo contar en esta ocasión
fue con Howard Shore para la banda sonora, siendo esta la única vez
donde no ha compuesto para Cronenberg. Fue cosa del productor que le
dijo (le impuso) que trabajara con Michael Kamen, un estupendo
compositor que elabora una gran banda sonora, eso sí, un tanto de la
época con varios momentos sonoros muy típicos de película de
terror de aquellos años. Como apreciación personal, debo decir que
en cierto momento la banda sonora de La zona muerta me ha recordado a
lo que años más tarde el propio Howard Shore haría con algunos
tonos de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991).
Respecto a Christopher Walken, es
imposible no rendirse ante él como actor a estas alturas. Borda el
papel de persona normal, de alguien a quien el poder que tiene le
viene grande. Transmite una tremenda fragilidad en todo momento,
especialmente cuando comparte escena con su antigua novia (el momento
de la despedida tras pasar la noche juntos), llegando a emocionar con
apenas un movimiento, con cualquier pequeño gesto.
Por cierto, David Cronenberg se permite
el lujo de incluir algún guiño a trabajos anteriores suyos, como
por ejemplo la breve aparición de Cindy Hinds, la niña de Cromosoma3, o siguiendo con esta película, ese abrigo rojo que el hijo de
Sarah tiene, igual que los abrigos que se veían en aquella
película... También, la indumentaria del propio Christopher Walken,
cuando ya tiene el don, consiste en un abrigo negro que le da un aire
vampírico que ya tenía el protagonista de Crimes of the Future (1970).
La estructura de la película se puede
dividir en varios trozos: La introducción de los personajes, el
asesino de Castle Rock, el niño al que da clases John Smith, y la
parte política/thriller con el senador Greg Stillson (Martin Sheen).
Esto hace que todo se digiera de forma muy fácil y realmente
funciona al ver la película, pero deja cierto poso de que el guion
quizá no esté especialmente bien elaborado o pensado. Otra cosa que
le pesa a esto es que si toda la película está contada en primera
persona, es decir, todo está siempre contado desde el punto de vista
del protagonista, hay varias secuencias (pocas, eso sí) en las que
se salta esa narrativa y asistimos a momentos donde Walken no tiene
nada que ver. Esto no molesta en absoluto, y ayudan a que la historia
avance, además de estar rodadas muy bien (como por ejemplo aquella
en la que el senador chantajea y amenaza a un periodista), pero
analizando la historia, lastra un poco la gracia del punto de vista.
También, el guion resulta algo naif
cuando en el tramo final la historia con el senador dé pie, además
de a una crítica política muy evidente, al típico dilema de qué
hacer si se tiene la oportunidad de matar a Hitler antes de que
cometa las atrocidades que cometería, para cambiar el curso de la
Humanidad, o dejarlo todo como se supone que tiene que estar. Esto
también lastra un poco la historia, pero afortunadamente el final
levanta el resultado. Un final previsible desde el principio, en
palabras del propio Cronenberg: “El personaje empieza a morir a los
diez minutos de película”, siendo esto algo que sucedía también
en Videodrome, con el que comparte además también la elección
final que elige el protagonista, su destino. El personaje decide
morir. De alguna forma se redime. Se libra de su maldición, y por
fin escucha de boca de su amada las palabras que quiere escuchar,
pero ya es tarde... ¿Es esto un final feliz para el protagonista? ¿O
es amargo y pesimista? ¿Triunfa el amor o triunfan el fatalismo y la
soledad? Que cada cual escoja su final. Sea como fuere, y a pesar de
los peros del guion, La zona muerta es una película muy entretenida
y llena de grandes momentos de tensión, intriga e incluso terror,
con David Cronenberg rodando fantásticamente y un Christopher Walken
que, como siempre, está en estado de gracia.
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