13 de septiembre de 2022

David Cronenberg: La zona muerta (1983)


En 1983 el gran productor Dino de Laurentiis (en realidad su hija Rafaella) se interesó por la obra de David Cronenberg. De Laurentiis venía de trabajar con otro nombre imprescindible del cine, David Lynch, haciendo Dune (que resultó un fiasco total), pero el nombre ya reconocido de Cronenberg y las ganas que tenían de trabajar con cineastas autores hizo que se fijaran en él para realizar La zona muerta. Con esto, y con las palabras del propio director diciendo que estaba un poco cansado al haber hecho todo cuanto quería con Videodrome, se centró en un guion ajeno basado en la obra de un escritor del que estaban venga a hacerse adaptaciones (y aún se siguen haciendo), nada menos que Stephen King. El guion lo adaptó Jeffrey Boam, guionista que tras esta película escribió películas tan relevantes como las tres primeras entregas de Arma letal (Richard Donner), El chip prodigioso (Joe Dante), o Indiana Jones y la última cruzada, entre otras. Ahí es nada. Eso sí, el guion no es precisamente lo mejor de la película. Afortunadamente ahí está el saber hacer de Cronenberg junto a su director de fotografía habitual, Mark Irwin, para realizar una película fantástica. Por cierto, los admiradores más acérrimos acusaron a Cronenberg de venderse haciendo esta película... En fin.

La zona muerta no podía empezar mejor: Un tipo corriente llamado John Smith (con ese nombre, cómo no va a ser corriente) e interpretado por Christopher Walken, es profesor de lengua y se le ve recitando nada menos que a Poe a sus jóvenes alumnos. Además, les indica que lo próximo que estudiarán será la leyenda de Sleepy Hollow, cosa que vista ahora tiene su gracia, ya que Walken sería el encargado años más tarde (en 1999) de dar vida a ese jinete sin cabeza en la película que dirigió Tim Burton sobre esa historia. Tras estas referencias que ya se meten al fan en el bolsillo, se ve que Smith tiene una novia, Sarah (Brooke Adams), con la que se va a casar. Son felices, hasta que volviendo a casa en coche solo por la noche mientras llueve mucho, un camión vuelca y provoca un accidente que deja a Smith cinco años en coma, poniendo la vida que tenía completamente patas arriba: Sarah se ha casado con otro hombre y tiene un hijo de unos diez meses. El mundo se ha olvidado de él, excepto sus padres y el doctor que le trata... Pronto se dará cuenta de que posee un don: al tener contacto con una persona, puede ver momentos de su vida (del pasado, del presente o incluso del futuro, como se descubrirá más adelante) que pueden influir en esa persona de la que está teniendo la visión. Este extraño poder psíquico, extrasensorial, será sin duda su maldición.


Decía antes que mucha gente acusó a Cronenberg de venderse a la industria, de no tener ya capacidad autoral, de alejarse de lo que él solía hacer y contar en sus anteriores películas, es decir, de los temas de la Nueva Carne (recordemos que viene de Videodrome, su obra cumbre)... Sí, pero no. Está claro que La zona muerta no tiene transmutaciones corporales ni fusiones con la tecnología, ni pústulas exudantes, ni nada similar. También está claro que los momentos violentos están suavizados de forma que no se muestran en pantalla (no hay sexo, y la violencia no se ve: una violación, unas tijeras clavándose en la boca...), probablemente para hacer que la película no generara rechazo. Pero también está claro que ese poder que tiene el protagonista viene a través de su cabeza, que le provoca un enorme dolor al tener las visiones y que además, cuanto más lo usa, lo degenera físicamente. Este poder es otra forma de virus. No tan explícito y en absoluto siendo el centro de la historia que se cuenta, pero ahí está este elemento cronenbergiano.

Hay un detalle en la historia, que desconozco si se encuentra plasmado en el libro de Stephen King, que llama la atención y suele pasar desapercibido: Cuando al inicio de la película la pareja formada por John y Sarah montan en una montaña rusa, a él le viene repentinamente un fuerte dolor de cabeza (tengamos en cuenta el detalle de que lo hace entre metales, entre todo el mecanismo de la atracción en funcionamiento). Lo que probablemente se esté contando es que antes del accidente, Smith ya tenía “algo” en su cabeza. Algo que desconocía, algo que no sabía usar. Es el accidente, es decir, un evento radical y violento, el que potencia que pueda usarlo en cuanto despierta del coma.

Cada vez que vemos al protagonista en interiores, llama la atención que se le graba ligeramente en contrapicado, desde un punto en el que se aprecie también el techo de las estancias donde se encuentre. Esto es todo un hallazgo visual por parte de Cronenberg, ya que parece que el propio personaje toca el techo, con lo cual su dolor de cabeza podría agravarse con esa sensación, amén de saber que él no quiere tener ese don, él lo que quiere es vivir una vida normal y dejarse de visiones, pero el poder lo enclaustra de alguna manera. Y eso se aprecia con una idea tan buena como la de que podamos ver el techo de los sitios donde está (que Christopher Walken sea un tipo alto ayuda a este tipo de planos).


Como decía al inicio, la película está fotografiada por el habitual de Cronenberg Mark Irwin (una vez más, sensacional con esos colores grisáceos, con ese frío que transmite cada plano), pero con quien no pudo contar en esta ocasión fue con Howard Shore para la banda sonora, siendo esta la única vez donde no ha compuesto para Cronenberg. Fue cosa del productor que le dijo (le impuso) que trabajara con Michael Kamen, un estupendo compositor que elabora una gran banda sonora, eso sí, un tanto de la época con varios momentos sonoros muy típicos de película de terror de aquellos años. Como apreciación personal, debo decir que en cierto momento la banda sonora de La zona muerta me ha recordado a lo que años más tarde el propio Howard Shore haría con algunos tonos de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991).

Respecto a Christopher Walken, es imposible no rendirse ante él como actor a estas alturas. Borda el papel de persona normal, de alguien a quien el poder que tiene le viene grande. Transmite una tremenda fragilidad en todo momento, especialmente cuando comparte escena con su antigua novia (el momento de la despedida tras pasar la noche juntos), llegando a emocionar con apenas un movimiento, con cualquier pequeño gesto.

Por cierto, David Cronenberg se permite el lujo de incluir algún guiño a trabajos anteriores suyos, como por ejemplo la breve aparición de Cindy Hinds, la niña de Cromosoma3, o siguiendo con esta película, ese abrigo rojo que el hijo de Sarah tiene, igual que los abrigos que se veían en aquella película... También, la indumentaria del propio Christopher Walken, cuando ya tiene el don, consiste en un abrigo negro que le da un aire vampírico que ya tenía el protagonista de Crimes of the Future (1970).


La estructura de la película se puede dividir en varios trozos: La introducción de los personajes, el asesino de Castle Rock, el niño al que da clases John Smith, y la parte política/thriller con el senador Greg Stillson (Martin Sheen). Esto hace que todo se digiera de forma muy fácil y realmente funciona al ver la película, pero deja cierto poso de que el guion quizá no esté especialmente bien elaborado o pensado. Otra cosa que le pesa a esto es que si toda la película está contada en primera persona, es decir, todo está siempre contado desde el punto de vista del protagonista, hay varias secuencias (pocas, eso sí) en las que se salta esa narrativa y asistimos a momentos donde Walken no tiene nada que ver. Esto no molesta en absoluto, y ayudan a que la historia avance, además de estar rodadas muy bien (como por ejemplo aquella en la que el senador chantajea y amenaza a un periodista), pero analizando la historia, lastra un poco la gracia del punto de vista.

También, el guion resulta algo naif cuando en el tramo final la historia con el senador dé pie, además de a una crítica política muy evidente, al típico dilema de qué hacer si se tiene la oportunidad de matar a Hitler antes de que cometa las atrocidades que cometería, para cambiar el curso de la Humanidad, o dejarlo todo como se supone que tiene que estar. Esto también lastra un poco la historia, pero afortunadamente el final levanta el resultado. Un final previsible desde el principio, en palabras del propio Cronenberg: “El personaje empieza a morir a los diez minutos de película”, siendo esto algo que sucedía también en Videodrome, con el que comparte además también la elección final que elige el protagonista, su destino. El personaje decide morir. De alguna forma se redime. Se libra de su maldición, y por fin escucha de boca de su amada las palabras que quiere escuchar, pero ya es tarde... ¿Es esto un final feliz para el protagonista? ¿O es amargo y pesimista? ¿Triunfa el amor o triunfan el fatalismo y la soledad? Que cada cual escoja su final. Sea como fuere, y a pesar de los peros del guion, La zona muerta es una película muy entretenida y llena de grandes momentos de tensión, intriga e incluso terror, con David Cronenberg rodando fantásticamente y un Christopher Walken que, como siempre, está en estado de gracia.




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