22 de septiembre de 2023

Zinemaldia 2023 - Past lives (Celine Song)

PERLAK


El primer plano de Past lives plantea un juego a los espectadores. Ese juego está verbalizado por un hombre y una mujer, a quienes no vemos y que son ajenos a los protagonistas que están en imagen: Tres personas, dos chicos y una chica que se encuentra en medio de ellos dos y prestando más atención a lo que le dice uno de ellos que al otro, quien parece hastiado o fuera de lugar. El juego que escuchamos consiste en imaginar quiénes son esas tres personas, y qué se están contando. Tras algunas ideas, la chica dirige su mirada hacia la cámara, es decir, hacia el espectador. Rompiendo la cuarta pared. Lo hace fijamente y es en ese preciso momento donde entramos nosotros mismos en el juego. ¿Qué creemos que está pasando entre los tres? ¿Quiénes son y qué relación tienen?

Con esto, empieza la película, y empieza su historia.


Ese juego planteado desde el mismísimo inicio es una de las grandes cosas de la película, pues a lo largo de todo el metraje estaremos pensando si lo que vemos es la historia que les ha sucedido realmente, lo que les ha llevado a ese momento concreto, o si es una posibilidad más, de tantísimas que pueden ser. El juego principal es, sin duda, jugar a conocer las vidas pasadas de los 2 protagonistas (con el añadido del otro personaje, pero este en realidad no nos llega a interesar demasiado). Esto, además, es algo que se plantea la pareja en varios momentos, especialmente en los más profundos y emotivos.

Una historia que gira en torno al “¿qué hubiera pasado si...?” que todo el mundo nos planteamos muchas veces a lo largo de nuestra existencia. ¿Seríamos las mismas personas? ¿Viviríamos en el lugar donde vivimos? ¿Tendríamos la pareja que tenemos, o quizá otra? ¿Casados? ¿Solteros? ¿Viudos? Una infinidad de posibilidades que pueden influir en las decisiones que tomamos en el presente. Todo eso, como decía antes, se lo plantean muchas veces Nora y Hae Sung, chica y chico coreanos que eran uña y carne cuando eran niños, que se separan dado que la familia de la niña emigra a Canadá (y posteriormente ella lo hará a Nueva York), invocando la mitología referente al In-Yun, que se refiere al tema principal de la película, el del título: Las vidas pasadas.

Una serie de encuentros y desencuentros entre los dos personajes hará que empaticemos con ellos, en mayor o menor medida, pero en general la empatía se siente hacia ambos, y todo porque no se juzga en ningún momento las decisiones de los personajes, sino que simplemente se nos plantean esas dudas que ellos mismos tienen, para hacernos partícipes de ello y reflexionar sobre ese juego que comento. Buena parte del mérito de eso lo tiene el guion y la dirección de Celine Song, que siendo esta su primera película sorprende mucho por la gran sensibilidad que desprende, por lo bien rodada que está.


Respecto a eso último, diría que Song ha tomado buena nota de un tipo de cine que seguro ha visto mucho, pero sin copiarlo (al menos en exceso), sin que molesten las referencias. Me refiero a un cine que se hacía en la primera mitad de la primera década del siglo XXI, un cine independiente americano que tiene una de sus cumbres en Lost in translation, de Sofia Coppola (en algunos momentos vemos a los personajes mirando por la ventana, viajando en tren, manteniendo conversaciones pausadas... todo ello son cosas que hacen recordar a esa gran película), la fantástica Olvídate de mí, de Michel Gondry (que para más inri se menciona en la película y se ven algunas imágenes durante un breve momento), o incluso apurando y salvando mucho las distancias, en esta ocasión cambiando de continente, ese clásico moderno que es Deseando amar / In the mood for love, de Wong kar Wai, por los colores, los personajes...

Atención también al tratamiento del sonido. En todo momento durante la película escuchamos ruido de fondo (los coches de la calle, el runrún de la gente...), y es cuando los dos protagonistas se miran frente a frente, cuando por fin hablan en serio entre ellos poniéndose las cartas sobre la mesa, cuando sin que uno se dé cuenta, ese sonido desaparece. Esto sucede varias veces, y sucede de una forma más radical en un momento concreto, un flashback de apenas unos segundos que, ayudado por la iluminación que le coloca a la escena, potencia el resultado y que los espectadores sujetemos durante ese instante nuestro corazón. Que sea un momento muy bello y potente quizá a la gente más cafetera no le guste, precisamente por enfatizar de forma tan evidente algo que ya se había vivido en la película, pero ese cambio (sonido y luces), pero mi opinión es que funciona fantásticamente bien.

Estamos ante una de las sorpresas de la temporada: Por la sensibilidad que transmite, por unos personajes realmente bien escritos, por ese juego tan bien planteado con el espectador, y por qué no, por ser una primera película estupenda de una mujer a la que sin duda habrá que seguir la pista con lo próximo que haga. 

Probablemente, una de las películas del año.



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