28 de septiembre de 2018

Zinemaldia 2018 - High Life (Claire Denis)


Sección Oficial a concurso

Hace un montón de años, varios siglos si no recuerdo mal, la gente de mala calaña, de poco fiar y criminales de todo tipo en el Reino Unido era deportada a Australia. En el futuro, se hará algo parecido... pero enviándolos al espacio desde la Tierra. Eso sí, para una misión concreta, a ver si se va a creer esta gente chunga que el viaje al espacio va a ser un camino de rosas.


Esa es la premisa de High life, dirigida por Claire Denis. Una película de ciencia ficción que parte de una idea muy interesante y un planteamiento donde colocan al espectador en la historia a modo de flashbacks de diferente duración para que entendamos qué está pasando, qué ha pasado en la nave donde transcurre todo. Allí los únicos tripulantes que quedan vivo son los encarnados por Robert Pattinson y por un bebé del que se está haciendo cargo. En la nave no tiene problemas de supervivencia, a no ser que el ordenador le dé la noticia de que se le ha acabado "el chollo". Entonces, ¿qué ha pasado con el resto de tripulantes? Eso es lo que iremos viendo poco a poco, y el misterio se irá desvelando.

No hay que ser muy listo para saber que un grupo de personas, cada uno con su cepillo mental, encerrados en una nave espacial bastante claustrofóbica (todas lo son, supongo), irán sacando lo peor de sí mismos... Eso es lo que los espectadores queremos ver, porque si no, parecería una película de las malas de Terrence Malick: observemos el espacio, "¡oh, qué bonito, qué inmenso!" y nada más... Y no pasa eso, salvo quizá en algunos momentos, ya que puede resultar una película demasiado densa, o quizá demasiado lenta, o quizá larga... Puede parecer todo eso, claro que sí, pero también puede parecer algo muy interesante al mostrarnos, como he dicho, lo peor de cada uno, en este caso de esos tripulantes pero que podemos extrapolar a la especie humana en general.


No hallaremos en la película, aunque la directora y la actriz Juliette Binoche lo nieguen, atisbo alguno de buenos sentimientos. De haber alguno, lo más probable es que sea para camuflar cierto egoísmo que no hace más que salir a la luz una y otra vez. Pero no sólo el egoísmo: la película está llena de violencia y de sexo (más que de sexo, según la directora una palabra muy fea, de "deseo", más bonita y sugerente), es decir, sentimientos o comportamientos, pulsiones humanas muy básicas que salen del cuerpo, y no de la mente. Porque en el espacio, cuando se lleva tanto tiempo, la mente deja de existir.

Por si fuera poco, se respira un halo de desesperanza permanente desde el primer minuto de High life. El protagonista Pattinson sabe que no tiene futuro en esa nave ni en ningún sitio, sabe que no les van a rescatar y que quedarán a merced del espacio, lo cual no hace sino acentuar esos bajos sentimientos mencionados antes, a pesar de que su personaje sea el que en principio sabe controlarlos mejor.

A estas alturas, Robert Pattinson no tiene que demostrar que es algo más que el actor de la saga Crepúsculo. Ha hecho varias películas que dejan latente sus cambios de registro y su buen hacer actoral (Cosmópolis, Z la ciudad perdida, Good times...). En High life no es menos y aunque quizá se le podría haber pedido algo más de expresividad en este papel concreto, vuelve a dar la talla llevando casi en su totalidad el peso de la película. Del resto de actores destaco a la joven Mia Goth (quien aparecía en El secreto de Marrowbone), y Juliette Binoche, de la que tampoco hay que decir nada para saber que es una gran actriz. 

Si unimos a la desesperanza la desesperación, y la violencia y el sexo, lo único que nos queda por pensar tras acabar la película es que el ser humano no tiene ningún futuro. Ese es el mensaje a captar de la película, por mucho que la directora quiera ser optimista. No somos nada. No hay futuro.



¡Extra, extra! El equipo de la película en la rueda de prensa ofrecida en el Zinemaldi:



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