19 de septiembre de 2021

Zinemaldia 2021 - No somos nada (Javier Corcuera)

ZINEMIRA

Decía yo el año pasado por estos lares y también en el Zinemaldi, que el documental sobre El drogas era bastante complaciente con su protagonista, Enrique Villarreal, el Drogas. Con No somos nada, película dirigida por Javier Corcuera pasa algo parecido, en este caso con La Polla Records. Vale, no es el mismo caso, pero sí parecido: tenemos a alguien icónico dentro del mundo del rock radikal vasco, en este caso una formación completa (La Polla Records), tenemos a alguien prácticamente todo el rato en pantalla hablando de todo lo que ha sido y es la formación (Evaristo Páramos, su líder), y también hay gente de alrededor que da cierto testimonio sobre lo que el o los protagonistas de la historia son para ellos. Además, tampoco refleja si hubo algún lado oscuro (por decirlo de alguna forma) en la banda. Y si lo hace o se comenta, quizá lo haga muy por encima


De todas formas creo que tampoco es lo que busca este documental. El aficionado a uno de los grupos más representativos a nivel estatal de los últimos cuarenta años querrá escuchar historias, anécdotas, chascarrillos sobre La Polla, y sobre todo, sus canciones. Suenan muchas de sus canciones, pero no todas, claro, ya que si no, el documental se convertiría en una serie o en una película muy larga (canciones tiene chorrocientas y discos un buen puñado, todos bien llenos de muchos temas, eso sí, de dos minutos o menos de duración, con lo que así metían tantas en cada disco). Pues todas esas cosas se encontrarán en la película. Eso es lo que la hace interesante o, si se quiere, valiosa.

En el documental seguimos al gran Evaristo, todo un personaje que nos va contando en diferentes caminatas (es un hombre de monte) de dónde viene él, quién es, y cómo llegó a formar el grupo con sus amigos que, como él, no tenían ni idea de tocar ningún instrumento. Sólo sabían que si se ponían, algo podían sacar. Y que encima había gente como los Sex Pistols que hizo que les volara la cabeza y les hizo ver que si esos ingleses podían, ellos también. Aunque fuera desde un pequeño pueblo alavés: Agurain.

A Evaristo le vamos viendo soltar perlas de las suyas, una detrás de otra, sin filtro. Esto hace que todo sea muy divertido, que el documental sea una comedia que hace que sigas queriendo escuchar la visión que tiene de la vida este personaje. Bien directamente a la cámara o bien en el backstage de un concierto, habla de los políticos, de la monarquía, de la situación social, de la lucha de clases y de la sociedad en general... Pues más o menos como las letras de las canciones de La Polla.

Cada poco tiempo vemos imágenes de diferentes conciertos del grupo, en cualquier parte del estado español o en Latinoamérica, donde también tienen mucho éxito. Una de las cosas más bonitas de la película es que en muchas ocasiones mezcla las imágenes bien grabadas de conciertos actuales o recientes, con su tecnología buena, con imágenes de sus primeros conciertos, con una calidad de imagen y de sonido lamentable (era de lo que se disponía en aquellos años), pero hilando perfectamente la canción que se esté escuchando o viendo en ambas épocas.


Además de a Evaristo, también vemos a Abel, el bajista de la banda, hablando en la barra del bar de Agurain que tanto les ha acogido durante tantos años y cuyo teléfono funcionaba como número para las contrataciones. Sus palabras son también divertidas pero la mayoría de las veces tienen al recuerdo más triste, no en vano es primo de otro de los componentes de La Polla, el batería Fernando, que murió en su casa mientras dormía en 2002. También recuerda lo que pasó con el guitarra Txarly y un accidente que tuvo que le lesionó la cabeza, y aunque él quería seguir tocando, poco a poco se dio cuenta de que le iba a ser imposible... Es en estos momentos donde el documental todavía se hace más interesante, pero luego vuelve a los mismos derroteros y en este sentido quizá se hace más monótono. Ojo, pero sin dejar de ser divertido gracias a las diferentes declaraciones y comentarios de Evaristo.

Con todo esto, me surge una duda: ¿gustará el documental a aquellas personas que no sean aficionados a La Polla? Yo creo que probablemente sí, pues Javier Corcuera tiene ya suficiente rodaje con el género como para que eso suceda. Eso sí, la pega que le veo es que en el documental no haya algo de análisis sobre lo que supuso el grupo para el rock radikal vasco, para la música punk en Euskal Herria y fuera de ella, o del propio punk en el país... Pero bueno, esta película no es para eso: es una película sobre el grupo en sí, un homenaje a un grupo punk que surgió de un pequeño pueblo en el campo en vez de salir de alguna gran ciudad, a un grupo que nos ha hecho botar en tantos conciertos y bares y que sigue haciéndonos vibrar a todos aquellos que crecimos con sus canciones. Y de eso hace ya cuarenta años... Cómo pasa el tiempo. No somos nada.




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