[SECCIÓN OFICIAL]
En 2001 José Luis Guerin acarició la Concha de Oro del Festival de Cine de Donostia-San Sebastián (el Zinemaldia) con su maravillosa película En construcción. Era la gran favorita y no pudo ser, llevándose finalmente el Premio Especial del Jurado (el pataleo del personal fue monumental cuando se hizo público que la vencedora del máximo galardón fue Taxi para tres -¿quién ese acuerda de esta película?). Vamos a ver si en esta ocasión hay suerte y sí se lleva la Concha, ya que en el momento de escribir estas palabras ya se ha presentado toda la Sección Oficial a consurso y personalmente creo que es difícil superar la calidad cinematográfica y esencial que tiene Historias del Buen Valle (próximamente pondré el palmarés de ¡A txiflar!)
Historias del Buen Valle nació desde un encargo del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (el MACBA), para captar imágenes de la Barcelona periférica, de la cual forma parte el barrio de Vallbona. Parte de esas imágenes para el encargo, rodadas en Super 8, son las que se ven al inicio de la película. A partir de ahí, y tras un casting al que también asistimos los espectadores para encontrar personajes/personas que quieran aparecer en la película, empezamos a conocer la vida del barrio, la vida en el barrio. Porque si algo tiene un barrio así es, precisamente, vida.
Normalmente, en una película que cuenta las historias de un barrio de estas características, lo fácil es mostrar la delincuencia, las drogas, los malos rollos y las reyertas... En Historias del Buen Valle no hay nada de eso. Todo lo contrario: en cada plano se respira ternura, amabilidad, diversión, recuerdos y memorias... Memorias que en conjunto han construido, y aún construyen, la identidad de un barrio, de una comunidad unida. Una conciencia de barrio que será difícil mantener con el paso de los años y con las generaciones venideras, ya que todo eso se va perdiendo, lamentablemente. De todas formas y a pesar de eso, es maravilloso ir viendo y escuchando las cosas que cada uno de los personajes/personas van contando: la mujer portuguesa que siempre canta, la forma de hablar a las plantas, la familia hindú con su pequeño huerto, la pianista italiana y su marido, las adolescentes, los niños en la escuela... Y la charca donde van todos a bañarse los días de calor, aunque esté prohibido hacerlo.

Todo lo anterior recuerda mucho al estilo que Guerin ya hizo, también de forma excelente, con En construcción: trozos de vida alrededor de un lugar. Pero esta, siendo tan parecida en todo, es bien diferente. Como en aquella, aquí uno también se puede tirar varias horas más escuchando hablar y cantar a esta gente a la que se termina queriendo mucho. Pero en realidad, el fondo, la forma, y el porqué, son muy diferentes en ambas películas.
Hablando de En construcción, cuando escribí sobre la película (allá por 2009), titulé la reseña "Work in progress", lo cual, claro, es más o menos el título de la película traducido al inglés. Lo curioso es que para Historias del Buen Valle, Guerin no ha puesto "un film de" o "dirigido por", sino que las palabras son "Work in progress: José Luis Guerin". Le viene al pelo, sin duda, no sólo por el posible guiño que me gusta identificar hacia su propia obra, sino porque realmente una historia así es un "work in progress" continuo. De hecho, el guion de la película se iba haciendo sobre la marcha. El guion, que según comentó Guerin en la rueda de prensa de la película, es la parte esencial que debe presentarse a los productores para ver si te financian el trabajo, no estaba hecho cuando empezó con ello. Fue el equipo de la productora Los ilusos, con Jonás Trueba a la cabeza, quien se lanzó a la piscina con una obra de estas características, agradeciéndole así a Guerin, en palabras del propio Trueba, toda la influencia que su obra supone para una generación de cineastas como él. De esta forma, Guerin ha sido "rescatado" y gracias a eso tenemos una de las mejores películas del año realizada y terminada.

Con Historias del Buen Valle uno se ríe, puede que incluso aplauda (con las canciones que cantan en algunos momentos algunos protagonistas) y por supuesto, se emociona. Las vidas de esas personas, aisladas del mundo pero unidas (Vallbona está atravesada por interminables vías de tren y autopistas que la alejan de zonas más céntricas y pobladas) son también las nuestras. Son las de gente que ha llegado ahí desde otras partes del estado y del planeta para poder tener su hueco en el mundo, para poder vivir de la mejor forma posible, humildemente. Todo eso se refleja a la perfección a través de la mirada única de José Luis Guerin. Un director que, ojalá, pueda seguir realizando más películas. Ojalá sea la Concha de Oro.





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