25 de septiembre de 2015

Zinemaldia 2015: 'Moira', de Levan Tutberidze

[Sección Oficial a concurso] 


Un joven sale de la cárcel tras cinco años ahí. Le espera su hermano menor y juntos irán a la que es su casa, donde está su padre, en silla de ruedas a consecuencia de un derrame cerebral. La cámara se mueve lentamente mientras entramo en su casa y conocemos a esta familia. Es una película rusa, así que no esperemos rapidez con la cámara. Cuando haya movimiento, será suave, muy suave. Como su ritmo, a través del cual vamos viendo cómo es la vida de estos hombres de la costa georgiana, pescadores de tradición y pobres de por vida.

Esa pobreza se respira en cada localización de la película, especialmente en los interiores y sobre todo en ese barco que da título al film, que aunque no aparece demasiado, como he dicho se respira perfectamente, y por supuesto es un elemento, un personaje importante en todo el largometraje.

Como explican en la película, Moira es el nombre de una diosa griega que cuando cortaba un hilo, la vida de una persona finalizaba (en realidad había tres Moiras, o Parcas como también se las conoce: Clotos, Laquesis y Átropos). Es, pues, la gran metáfora de la película. La pega es que esa metáfora, llegado el momento, se muestra de forma explícita, por si hay algún espectador despistado...


El director georgiano Levan Tutberidze encajaría dentro de un nuevo cine ruso que desde la disolución de la Unión Soviética se ha podido ir viendo (siendo dos de sus máximos exponentes Nikita Mikhalkov y Alexander Sokurov), datando su primera película de 1988. Moira es su noveno trabajo y posee varios de los cánones del cine negro visto en los últimos veinte años: los dos hermanos metidos en asunto turbios y peligrosos, donde uno de ellos, debido a su estancia en la cárcel, quiere llevar una vida honrada mientras que el otro lo que quiere es optar por la vía fácil para ganar dinero para que luego, evidentemente, nada salga como debería haber salido...

Por otra parte, está la figura del padre, condenado a una silla de ruedas, sintiéndose un fracasado y ofreciendo una gran cantidad de miradas vacías por parte del actor Zaza Magalashvili que son dignas de tener en cuenta, haciendo ver cómo echa de menos su vieja vida de pescador.

Por último, la madre. Siempre ausente y siempre añorada, hará ver al espectador si lo que quiere es quedarse con su familia, o salir cuanto antes de ese ambiente tan desolador.


Como vemos, esos elementos de cine negro son sin duda lo mejor de la película, pues son los que dan interés a toda la trama. En este sentido los planos finales son sensacionales (eso sí, bajo mi punto de vista, mejorables ya que desde otro punto de vista la perspectiva del final en el espectador habría cambiado completamente), muy dignos del género. Otro elemento clásico aquí es el drama familiar, aunque es con esto donde cojea todo el conjunto. Ese drama no está demasiado bien llevado, pero básicamente porque lo que uno está deseando ver es lo que va a pasar con los hermanos. Quizá el propio director era consciente de eso también y no sabía qué tratamiento concreto darle.

Aun así, se trata de una buena historia negra en ambientes sórdidos, con ritmo frío pero bien narrada y coherente con las claves del género llamado "nuevo cine negro".

2 comentarios:

  1. Apuntada queda!!
    No conocía este otro nombre para las parcas griegas, curioso....

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    1. A ver si hay oportunidad de verla, porque ya se sabe que muchas de las pelis que se ven en los festivales de cine, luego quedan por ahí, perdidas en un limbo raro...

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