27 de septiembre de 2024

Zinemaldia 2024 - "Turn me on" (Michael Tyburski)

NEW DIRECTORS


Espacios fríos y planos inocuos. Conversaciones anodinas. Repetir una y otra vez la consigna "¿Estás contento? Muy contento". Ausencia de sentimientos. Ningún contacto físico. Aburrida rutina. 

Lo anterior es todo lo que se ve en el inicio y buena parte del desarrollo de Turn me on, la segunda película de Michael Tyburski, película de ciencia ficción de poquito presupuesto que cuenta cómo en un futuro, que quizá esté más cercano de lo que creemos, las personas que quieran pueden acceder a un sistema que anula todo tipo de sentimientos gracias a unas píldoras que deben tomarse cada día. Pero, ¿qué pasa cuando alguien decide por su propia cuenta y riesgo dejar de tomar esas píldoras? Que aparece el libre albedrío y eso puede cambiar muchas cosas en su vida, a pesar de que advierten una y otra vez que eso puede traer consecuencias.


La pareja protagonista (el sistema de la empresa que gestiona las píldoras es la encargada de emparejar a las personas), la que decide dejar de tomar las píldoras, empieza a ver ese nuevo mundo que desconocían, y acaban haciendo partícipes de la experiencia a otras dos parejas, vecinas suyas. Así contado todo parece muy interesante, y de hecho a priori lo es. El problema está en que todo se vuelve excesivamente previsible. Previsible y naif. Tanto es así, que en una escena en la que los protagonistas descubren el contacto físico y el placer del sexo, se suceden imágenes de cascadas de agua y cosas similares. Sólo faltaba un tren entrando en un túnel y un cohete de la NASA despegando, para hacer más evidente si cabe la metáfora.

Tras esos momentos tan poco dados a la imaginación, la historia se centra en las tres parejas y vemos que entre ellas van apareciendo sentimientos como los celos, el machismo, la toxicidad y la violencia de género, el deseo por personas del mismo sexo, el desamor... Cosas que tienen sentido que aparezcan, claro, pero que lamentablemente se veían venir no dejando capacidad para la sorpresa. Y así todo el rato, hasta el final, también con planos que de tan típicos que son, rozan la vergüenza ajena.

Lo único destacable en la película es aquello que he mencionado justo al inicio de este texto: Espacios fríos y planos inocuos. Y es destacable porque es precisamente con lo que juega la película. Como no hay sentimientos, no hay decoración especial, ni música que llame la atención, nada que se salga de la norma impuesta por la empresa que gestiona todo. Planos generales de habitaciones, dos personas mirándose pero sin verse... Eso es un acierto, pero no hay nada más allá.


Para redondear el poco interés que tiene todo, considero que la película es muy conservadora, ya que además de no enseñar nada en los momentos de sexo entre los personajes. que aunque es algo que no es necesario, o que se exija (que se vea algo de carne en ese tipo de escenas), se nota que el director se cuida mucho de no hacerlo... Tyburski no ha querido arriesgar a que haya gente a la que ver un pecho, un culo, o una ingle bien puesta disguste más de la cuenta, no vaya a ser que alguien no le permita seguir rodando. Veo, por tanto, cierta cobardía más allá de la gracia que pueda tener la premisa de la película. Y por si fuera poco, los apuntes finales dejan todavía más claro ese conservadurismo que se ve en muchas producciones venidas desde Estados Unidos: Qué bonito es formar una familia, con una pareja heteronormativa y con descendencia. Oh sí, pueden hacer lo que quieren, ¡tienen libre albedrío! Pero claro, en realidad están haciendo lo que la sociedad conservadora y políticamente correcta dice que hay que hacer.

Y si te sales de la norma, harás también lo que te digan que tienes que hacer. No hay escapatoria posible. La película posee finalmente cierto halo de esperanza, pero yo soy algo más pesimista, sobre todo después de ver películas como esta: En el fondo, estamos condenados hagamos lo que hagamos. 

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