26 de septiembre de 2024

Zinemaldia 2024 - "Le dernier souffle" (Costa-Gavras)

SECCIÓN OFICIAL A CONCURSO


En Las mil y una noches, Sherezade, la esposa del rey Shahriar, cuenta una historia a su marido cada noche, dejándola inacabada al alba para prometerle una historia mejor la siguiente noche, dejándole con la intriga y así evitando la muerte que tiene asegurada a manos de su marido.

Hago la referencia a los míticos cuentos árabes porque viendo Le dernier souffle (El último suspiro) del infatigable Costa-Gavras, me he acordado de eso, al ser muchas historias que se van contando dentro de una historia más general. Y en cierto modo, al igual que aquellas historias, también podría decirse que lo que se cuenta en la película es para querer evitar la muerte. O mejor dicho: para ayudar a aceptarla. Porque de eso va toda la película: Un filósofo muy conocido tiene un tumor recién detectado (en principio inofensivo pero con peligro de “despertarse”) y con esto contacta con un doctor experto en ayudar a la gente a exhalar su último suspiro de la mejor manera posible. Inicialmente, el escritor le dice que es para documentarse para un próximo libro al respecto de la llegada de la muerte, pero sus razones, obviamente, son otras mucho más personales. De esta forma el doctor le empieza a contar mil y una historias (bueno, no son tantas) sobre pacientes terminales.


Cada historia es diferente de la anterior, compartiendo todas un profundo cariño por cada personaje que en ella sale. Algunas son con algún ligero toque cómico, otras más filosóficas, y otras muy dramáticas y emotivas. En cada trozo, e incluyendo también la historia que las va enlazando, el director Costa-Gavras se desenvuelve perfectamente entre las diferentes áreas y habitaciones de los hospitales, moviendo la cámara a su gusto, sin molestar en ningún momento, y dejando su hueco a cada personaje. La cámara nos hace partícipes de los momentos que se viven en esos sitios, y cuando entran familiares o amigos a visitar al paciente terminal, la cámara se aparta, como nos apartaríamos nosotros mismos si somos ajenos al paciente. Por otra parte, si quien entra en la habitación es algún doctor, la cámara se acerca y nos hace partícipes de sus comentarios, bien con el paciente o bien con otros doctores. Nos hace ir de la mano con el escritor a quien se le está contando todo, como si fuéramos con él también.

En ningún momento la película es sensiblera, ni busca la lágrima fácil. Sólo utiliza los recursos comentados para contar cada historia. Sin duda quien haya pasado por algo así con alguien cercano, verá seguramente sus sentimientos la congoja multiplicados, pero doy fe de que incluso quien no haya tenido la mala fortuna de vivir esos difíciles momentos, también verá la ternura en todo momento. No sé si quienes tenía justo delante de mí son del primer grupo o del segundo, pero se han tirado toda la película agarrándose las manos entre ellos, notándose que lo que veían en pantalla les llegaba al corazón. Y a buen seguro, a mucha más gente también, vista la ovación que han recibido al finalizar la proyección “de gala” en el Kursaal (ver vídeo al final de este artículo).


Costa-Gavras, con casi 92 años, es un director incombustible que sigue contando historias con miga que prácticamente siempre dan en el clavo con el tema que tratan. Es de esos directores, como Clint Eastwood o George Miller, que (permítaseme la expresión) se mean una y otra vez en la cara de muchísimos directores de hoy en día, y que morirán con la cámara en la mano mientras. Pero esto no va a suceder nunca. Son inmortales, y siempre, siempre, como en la película, no dejarán de darnos lecciones de vida… y de muerte. Aprendamos de ella y, por qué no, abracémosla cuando llegue el caso. Y que sea sonriendo, siempre. En paz, y sin miedo.


El equipo de la película, con el director Costa-Gavras y las actrices Charlotte Rampling, Ángela Molina y Marilyne Canto. Primero en la propia sala de cine, y luego en el pasillo del Kursaal:




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