[Actualizado: Película ganadora de una Mención Especial del Jurado]
Una jueza belga recibe a
personas para analizar sus casos particulares (ella les llama sus
"clientes") en su despacho. Las conversaciones con esas
personas son peculiares, extrañas, divertidas, aterradoras en
algunos casos... Y ya está. Esa es la película. Un documental que
no hace sino dejar al espectador ojiplático, preguntándose en todo
momento si lo que está viendo es real o es falso, si está
preparado, guionizado, ensayado o si por el contrario todo es fruto
de la espontaneidad del personaje principal, esa jueza tan natural, a
veces impasible y otras veces llena de estupor frente a ciertas cosas
que le cuentan. Justo la misma sensación que la del espectador.
Por pantalla pasan
maltratadores, potenciales terroristas, dominatrix, infanticidas...
Gente de todo tipo pero de baja (o muy baja) escala social, que
parece ser que es lo que quiere mostrarnos continuamente. Cada
historia, que como digo nunca nos quedará del todo claro su
veracidad (incluso tras habérselo preguntado a los responsables del
filme) va apareciendo y tal como llega, se va, prácticamente sin
capacidad para reaccionar ante todo cuanto han contado.
El rodaje de la película
duró tres años (cosa que se hace notable si nos fijamos en los
cambios de aspecto de la jueza protagonista), y aunque no lo parezca
debido a ello, aseguran que el posterior montaje fue muy sencillo al
indicar que todo el material del que disponían era de muy buen
nivel. Otro aspecto a destacar es que cada toma es única en la
película. No podían repetir pues se perdía toda esa naturalidad o
espontaneidad existente en cada conversación.
En cuanto a la jueza,
¿interpretada? por Anne Gruwez, es una jueza real. Ella se dedica a
esto realmente y asegura no estar interpretando a ningún personaje,
llevando muchos años en la profesión. Visto lo bien que se
desenvuelve ejerciendo, deja poco lugar para la duda, pero... Yo creo
que una vez más, juegan con el espectador, ¿nos están engañando?
A los directores es algo a lo que les gusta jugar, pues dicen llevar
treinta años contando este tipo de historias.
En resumen, Ni juge, ni
soumise es una película que, aunque en muchas ocasiones el
espectador se ríe (dado lo absurdo y lo surrealista de muchas de las
cosas que se ven y se cuentan) y en otras se queda helado, es algo
irregular, muy repetitiva y de la que es fácil desconectar dada su
diversidad de historias y personajes circulando durante todo el
metraje. Aun así, es una de las películas que, con esa duda
generada sobre lo real y lo ficticio, más comentadas del Zinemaldia.
¡EXTRA, EXTRA! Imágenes de los directores y la jueza al salir de la proyección en el Kursaal
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