Todo el mundo tiene un pasado, y Anton Chigurh, el despiadado asesino que vimos en No es país para viejos, no va a ser menos. Y resulta que han hecho también una película sobre su juventud, o casi. Quién se lo iba a decir a aquel pequeño... que antes o después, por culpa de ver tanta peliculita y de tanto soñar y de vivir clandestinamente dentro de una estación, y de ayudar (a veces voluntariamente, a veces sin querer) a otras personas y a sus pequeñas historias dentro de su propio mundo (a veces imaginario, a veces real y cruel)... quién se lo iba a decir, que terminarían haciendo dos películas sobre él.
Claro que... un chaval que presta más atención a un hombrecillo mecánico que a conocer chicuelas, que vive más pendiente de la hora que marca el reloj de la estación que de meter mano a alguna compañera en la oscuridad de un entrañable cine al que siempre entra clandestinamente, que roba a unos cuantos en la estación donde se pasa el día entero observándoles... alguien así, por mucha aventura que quisiera vivir de joven, estaba claro que terminaría siendo alguien como el Anton Chigurh que todos conocemos. Se cambió el nombre, emigró a los Estados Unidos de América, y se convirtió en un auténtico cabronazo, impasible y descerebrado. Sí, estaba claro. Era él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario