Voy a intentar dar diez razones por las que uno se podría haber evitado estar pendiente de la gala número 25 de los Goya:
1.- La excesiva duración de la gala. Nada menos que tres horas y veinte minutos.
2.- Los discursos largos de agradecimiento. Un ejemplo: Mario Camus. Vale que era el Goya de Honor, y vale que es uno de los grandes directores de la cinematografía española, pero se pasó tres pueblos con la magnitud de su discurso. Cuando llevaba unos cinco minutos (o quizá más) aproveché para ir al baño ya que no había ido en ningún momento al no haber cortes publicitarios. Todavía Camus estuvo un buen rato más. Karra Elejalde no se quedó corto tampoco pero fue el primer premio de la noche y aún estábamos todos frescos.
3.- La corrección política. Un año más, los Goya se han caracterizado por su humor blanco. No se trata de querer hacer daño a nadie, pero algo más de acidez en el guion sería de agradecer, empezando por el buen maestro de ceremonias, Andreu Buenafuente, y siguiendo con todos, todos, los invitados. Solo hubo un par de chistes nada más empezar la gala por parte del presentador, y poco más. Lo bueno fue que esos chistes fueron hacia Ángeles González-Sinde (me niego a llamarla ministra de cultura porque para mí no lo es) y por la cara que puso no le hicieron mucha gracia. Pero ya no hubo nada más. Todo, como digo, blanquísimo.
4.- El autocopiado. El pasado año se realizó una buena parodia, todavía recordada, de la que fue la gran vencedora, Celda 211, en plan trailer y titulada Movida en la 211 (realmente genial). Este año han querido volver a hacerlo con las películas favoritas, mezclando cada una de ellas con géneros totalmente diferentes a los que pertenecen, pero el tiro les ha salido por la culata. Personalmente solo vi algo de gracia al correspondiente a Buried, de Rodrigo Cortés. El de Balada triste de trompeta (menclándola con un cómic de la Marvel) no hizo ni siquiera gracia a Alex de la Iglesia, cuya cara de circunstancias tras verlo, lo expresaba todo. Pero esto es por poner algún ejemplo, ya que la tónica general de la gala es la misma desde hace muchos años (ver siguiente punto).
5.- El copiado al formato de los Oscar americanos. Los Goya siempre quieren parecerse a los Oscar, por mucho que quieran pretender lo contrario. A otro perro con ese hueso. Imitan hasta la saciedad todo lo que se ve en los premios hollywoodienses: monólogo inicial haciendo referencia a los principales protagonistas de la noche, diferentes invitados entrando y saliendo, estrella gorda presentando el último premio de la noche (Javier Bardem para la mejor película)...
6.- El número musical. Varios actores encabezados por Luis Tosar se pusieron a cantar un popurrí de conocidos temas a los que personalmente no les vi la gracia por ningún lado. Mejor dicho, al número en sí no se la vi. No sé qué pretendían con ello.
7.- La mala realización por parte de RTVE. No se cansaban de ofrecer bonitos planos de lo que era el interior del Teatro Real de Madrid, mientras que en varias ocasiones no se prestaba atención a lo que sucedía en el escenario o en la pantalla. Un ejemplo clarísimo: El típico In memoriam en el que se recuerda a todos los fallecidos durante el pasado año, no pudo estar peor realizado. Cuando salieron las imágenes de los grandes (Manuel Alexandre, Luis García Berlanga, por ejemplo), la cámara se empeñaba en hacernos ver que el Teatro Real es la mar de hermoso. Otro ejemplo: en ocasiones enfocaban a invitados que estaban bien cómodos en sus butacas, a los que apenas se les veía la frente y el flequillo, ya que otras butacas y las personas sentadas en ellas no permitían el enfoque correcto. Pues la realización en estos casos mantenía el plano, aunque no se apreciara bien a quién había que ver.
8.- Loles León empeñada en parecer una sex symbol patria.
9.- La foto o las imágenes del morbo. Esto se podría incluir también dentro del punto 7. Si el año pasado se prestó mucha más atención en buena parte del evento a la presencia ultramediática de Penélope Cruz y Javier Bardem (aparecían juntos tras mucho rumor de si eran pareja) que a lo que pasaba en la propia gala, este año ocurría otro tanto de lo mismo con Ángeles González-Sinde (y sus caras de póker), Icíar Bollaín (también con dicha cara en unas cuantas ocasiones) y Álex de la Iglesia. Continuamente se mostraban planos de la primera de ellas, y no digamos ya al inicio de la noche, ya que fueron quienes coparon toda la atención. Vale que el asunto que los ha distanciado tiene tela y es noticia importante dentro del cine español, pero vamos a ver, un poquito de por favor... Se les saca al principio, y ya. No hace falta aburrir al espectador con tanta cara de circunstancias como las que mostraron estas personas.
10.- Santiago Segura haciendo publicidad de su película. Santiago Segura siempre es una grata presencia en cualquier sarao que se precie, y más si presenta alguno de los premios, pero lo que veo inconcebible y con mucha más cara que espalda, es algo que se veía venir: si Segura aparecía, claramente haría algún chiste o mención especial sobre su última película de inminente estreno, Torrente 4 (Lethal crisis). Así fue. No sólo apareció (como dibujo animado, eso sí) con una camiseta en la que ponía el título de la película (hay que recordar que Santiago Segura fue quien puso de moda en España lo de promocionar una película allá donde se fuese siempre con una camiseta de la misma), sino que cuando ya apareció en carne y hueso, volvió a hablar de la película.
[Extras]
E.1.- Las caras de todos los presentes pendientes de si les estaban enfocando con la cámara o no. Se les veía más tiempo mirando a la pantalla superior del teatro (donde se veía lo que se emitía durante la mayor parte del tiempo) que donde tenían que mirar, es decir, al escenario.
E.2.- Elena Anaya casi en los huesos. Aparte del poderío que esta chica tiene como actriz, me pareció verla excesivamente delgada, cosa que creo que no le favorece en absoluto, aunque hay que reconocer que iba muy guapa.
E.3.- Najwa Nimri una vez más parecía estar fumada en su aparición en el escenario (no es la primera vez que da esa impresión).
1.- La excesiva duración de la gala. Nada menos que tres horas y veinte minutos.
2.- Los discursos largos de agradecimiento. Un ejemplo: Mario Camus. Vale que era el Goya de Honor, y vale que es uno de los grandes directores de la cinematografía española, pero se pasó tres pueblos con la magnitud de su discurso. Cuando llevaba unos cinco minutos (o quizá más) aproveché para ir al baño ya que no había ido en ningún momento al no haber cortes publicitarios. Todavía Camus estuvo un buen rato más. Karra Elejalde no se quedó corto tampoco pero fue el primer premio de la noche y aún estábamos todos frescos.
3.- La corrección política. Un año más, los Goya se han caracterizado por su humor blanco. No se trata de querer hacer daño a nadie, pero algo más de acidez en el guion sería de agradecer, empezando por el buen maestro de ceremonias, Andreu Buenafuente, y siguiendo con todos, todos, los invitados. Solo hubo un par de chistes nada más empezar la gala por parte del presentador, y poco más. Lo bueno fue que esos chistes fueron hacia Ángeles González-Sinde (me niego a llamarla ministra de cultura porque para mí no lo es) y por la cara que puso no le hicieron mucha gracia. Pero ya no hubo nada más. Todo, como digo, blanquísimo.
4.- El autocopiado. El pasado año se realizó una buena parodia, todavía recordada, de la que fue la gran vencedora, Celda 211, en plan trailer y titulada Movida en la 211 (realmente genial). Este año han querido volver a hacerlo con las películas favoritas, mezclando cada una de ellas con géneros totalmente diferentes a los que pertenecen, pero el tiro les ha salido por la culata. Personalmente solo vi algo de gracia al correspondiente a Buried, de Rodrigo Cortés. El de Balada triste de trompeta (menclándola con un cómic de la Marvel) no hizo ni siquiera gracia a Alex de la Iglesia, cuya cara de circunstancias tras verlo, lo expresaba todo. Pero esto es por poner algún ejemplo, ya que la tónica general de la gala es la misma desde hace muchos años (ver siguiente punto).
5.- El copiado al formato de los Oscar americanos. Los Goya siempre quieren parecerse a los Oscar, por mucho que quieran pretender lo contrario. A otro perro con ese hueso. Imitan hasta la saciedad todo lo que se ve en los premios hollywoodienses: monólogo inicial haciendo referencia a los principales protagonistas de la noche, diferentes invitados entrando y saliendo, estrella gorda presentando el último premio de la noche (Javier Bardem para la mejor película)...
6.- El número musical. Varios actores encabezados por Luis Tosar se pusieron a cantar un popurrí de conocidos temas a los que personalmente no les vi la gracia por ningún lado. Mejor dicho, al número en sí no se la vi. No sé qué pretendían con ello.
7.- La mala realización por parte de RTVE. No se cansaban de ofrecer bonitos planos de lo que era el interior del Teatro Real de Madrid, mientras que en varias ocasiones no se prestaba atención a lo que sucedía en el escenario o en la pantalla. Un ejemplo clarísimo: El típico In memoriam en el que se recuerda a todos los fallecidos durante el pasado año, no pudo estar peor realizado. Cuando salieron las imágenes de los grandes (Manuel Alexandre, Luis García Berlanga, por ejemplo), la cámara se empeñaba en hacernos ver que el Teatro Real es la mar de hermoso. Otro ejemplo: en ocasiones enfocaban a invitados que estaban bien cómodos en sus butacas, a los que apenas se les veía la frente y el flequillo, ya que otras butacas y las personas sentadas en ellas no permitían el enfoque correcto. Pues la realización en estos casos mantenía el plano, aunque no se apreciara bien a quién había que ver.
8.- Loles León empeñada en parecer una sex symbol patria.
9.- La foto o las imágenes del morbo. Esto se podría incluir también dentro del punto 7. Si el año pasado se prestó mucha más atención en buena parte del evento a la presencia ultramediática de Penélope Cruz y Javier Bardem (aparecían juntos tras mucho rumor de si eran pareja) que a lo que pasaba en la propia gala, este año ocurría otro tanto de lo mismo con Ángeles González-Sinde (y sus caras de póker), Icíar Bollaín (también con dicha cara en unas cuantas ocasiones) y Álex de la Iglesia. Continuamente se mostraban planos de la primera de ellas, y no digamos ya al inicio de la noche, ya que fueron quienes coparon toda la atención. Vale que el asunto que los ha distanciado tiene tela y es noticia importante dentro del cine español, pero vamos a ver, un poquito de por favor... Se les saca al principio, y ya. No hace falta aburrir al espectador con tanta cara de circunstancias como las que mostraron estas personas.
10.- Santiago Segura haciendo publicidad de su película. Santiago Segura siempre es una grata presencia en cualquier sarao que se precie, y más si presenta alguno de los premios, pero lo que veo inconcebible y con mucha más cara que espalda, es algo que se veía venir: si Segura aparecía, claramente haría algún chiste o mención especial sobre su última película de inminente estreno, Torrente 4 (Lethal crisis). Así fue. No sólo apareció (como dibujo animado, eso sí) con una camiseta en la que ponía el título de la película (hay que recordar que Santiago Segura fue quien puso de moda en España lo de promocionar una película allá donde se fuese siempre con una camiseta de la misma), sino que cuando ya apareció en carne y hueso, volvió a hablar de la película.
[Extras]
E.1.- Las caras de todos los presentes pendientes de si les estaban enfocando con la cámara o no. Se les veía más tiempo mirando a la pantalla superior del teatro (donde se veía lo que se emitía durante la mayor parte del tiempo) que donde tenían que mirar, es decir, al escenario.
E.2.- Elena Anaya casi en los huesos. Aparte del poderío que esta chica tiene como actriz, me pareció verla excesivamente delgada, cosa que creo que no le favorece en absoluto, aunque hay que reconocer que iba muy guapa.
E.3.- Najwa Nimri una vez más parecía estar fumada en su aparición en el escenario (no es la primera vez que da esa impresión).
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