El otro día iba yo en el tren y vi que en uno de los asientos libres cercanos a mí había un periódico pequeño, en apariencia muy usado. Uno de esos periódicos gratuitos que reparten vete tú a saber dónde. El nombre del periódico es Tantrabidea, con lo cual con un primer visionado a ello ya se sabe de qué va la cosa (tienen incluso página web, ¡qué cosas!). Asuntos espirituales y demás.
Bueno, pues como no tenía nada con qué entretenerme en el viaje, decidí ponerme a echarle un ojo. Elegí un artículo al azar, algo que en apariencia no tuviera demasiada sustancia. Algo corto, vaya. El artículo elegido fue La fuerza vital, escrito por un señor que parecía King África hace treinta años según la imagen que ilustraba el escrito. Yo creo que esa fue la verdadera razón por la que me puse a leer ese artículo y no otro.
Ese señor se llama (o se llamaba, ya que parece ser que sus andares por estos mundos acabaron en 1963) Paramahasa Shivananda (reto al lector a ver si es capaz de pronunciar varias veces seguidas este nombre... Yo lo he dejado en la cuarta, no porque no fuera capaz de pronunciarlo, sino porque quizás a la quinta, cual Candyman, se me aparecía de repente con todo lo que ello hubiera conllevado).
El artículo comienza así (copio tal cual): A partir de la fuerza se produce el quilo, del quilo se produce la grasa, de la grasa se produce la médula, y de la médula se produce el semen. El semen es la última esencia, es la esencia de las esencias.
Ole ahí, toma ya. Los ojos (los tres) se me abrieron como platos. ¿Quién me iba a decir a mí que ese comienzo de artículo iba a derivar en un desarrollo sobre lo que el semen significa? Madre mía... Automáticamente dejé de leer el artículo.
Venga va, que no lo dejé de leer. Lo que hice fue aumentar la velocidad de lectura, con lo cual de esta forma lo que leía lo entendía aún menos y hacía más divertida la situación y el momento.
Al coger una vez más el artículo para escribir estas líneas, reconozco haber sentido algo de pavor, pero mi afán divulgador me ha podido, así que aquí estoy, con el periódico entre las manos (extrañamente no lo he tirado aún a la basura) y observando cómo al final lo que el artículo nos quiere contar, así a grandes rasgos o a grosso modo como se dice por ahí, es que Dios es el semen, o a la inversa, no lo tengo claro del todo.Vaya con King África...
Podría seguir escribiendo sobre esto (y es que este señor escribió, parece ser, mucho sobre ello, y si a él le dio para uno o más libros, yo no voy a ser menos... pero no, en estos momentos prefiero centrarme en otros asuntos, como por ejemplo la eterna duda de que si alguien inventa un ratón para el ordenador con forma de gato, ya no podría llamársele ratón, sería el gato del ordenador).
¡A txiflar!
Bueno, pues como no tenía nada con qué entretenerme en el viaje, decidí ponerme a echarle un ojo. Elegí un artículo al azar, algo que en apariencia no tuviera demasiada sustancia. Algo corto, vaya. El artículo elegido fue La fuerza vital, escrito por un señor que parecía King África hace treinta años según la imagen que ilustraba el escrito. Yo creo que esa fue la verdadera razón por la que me puse a leer ese artículo y no otro.
Ese señor se llama (o se llamaba, ya que parece ser que sus andares por estos mundos acabaron en 1963) Paramahasa Shivananda (reto al lector a ver si es capaz de pronunciar varias veces seguidas este nombre... Yo lo he dejado en la cuarta, no porque no fuera capaz de pronunciarlo, sino porque quizás a la quinta, cual Candyman, se me aparecía de repente con todo lo que ello hubiera conllevado).
El artículo comienza así (copio tal cual): A partir de la fuerza se produce el quilo, del quilo se produce la grasa, de la grasa se produce la médula, y de la médula se produce el semen. El semen es la última esencia, es la esencia de las esencias.
Ole ahí, toma ya. Los ojos (los tres) se me abrieron como platos. ¿Quién me iba a decir a mí que ese comienzo de artículo iba a derivar en un desarrollo sobre lo que el semen significa? Madre mía... Automáticamente dejé de leer el artículo.
Venga va, que no lo dejé de leer. Lo que hice fue aumentar la velocidad de lectura, con lo cual de esta forma lo que leía lo entendía aún menos y hacía más divertida la situación y el momento.
Al coger una vez más el artículo para escribir estas líneas, reconozco haber sentido algo de pavor, pero mi afán divulgador me ha podido, así que aquí estoy, con el periódico entre las manos (extrañamente no lo he tirado aún a la basura) y observando cómo al final lo que el artículo nos quiere contar, así a grandes rasgos o a grosso modo como se dice por ahí, es que Dios es el semen, o a la inversa, no lo tengo claro del todo.Vaya con King África...
Podría seguir escribiendo sobre esto (y es que este señor escribió, parece ser, mucho sobre ello, y si a él le dio para uno o más libros, yo no voy a ser menos... pero no, en estos momentos prefiero centrarme en otros asuntos, como por ejemplo la eterna duda de que si alguien inventa un ratón para el ordenador con forma de gato, ya no podría llamársele ratón, sería el gato del ordenador).
El King África tántrico
¡A txiflar!
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