Allí estaba ella. Una vez que la vi, no pude apartar los ojos. Fue inevitable. Parecía estar esperando algo, o a alguien. Esa pose tan sensual, tan erótica, empezó a volverme loco. Ella me decía "ven, ven a mí...". Si pudiera catarla... sería un subidón vitamínico, y eso a veces viene realmente bien. Sólo tenía que acercar la mano y empezar a palpar, a notar esa figura tan enigmática, tan... apetecible.
No conseguí nada. Lo único que me salió decir fue "que ese culito no pase hambre". Sí, lo sé, fue algo ridículo y trasnochado. Sobre todo tratándose de quien se trataba.
De una zanahoria.
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