El pasado sábado moría a los 89 años un maestro, un genio del Cine, no sólo español, sino internacional. Moría Luis García Berlanga, un director único, un referente indudable para varias generaciones, pasadas, presentes y venideras.
Poco a poco se van yendo los grandes (hace ya unos años se fue Fernán-Gómez, también Rafael Alonso, más tarde Agustín González, José Luis López Vázquez, y más recientemente Antonio Ozores o Manuel Alexandre) y no nos acostumbraremos a sus marchas, sobre todo cuando vemos una y otra vez sus películas, pero la pérdida de Berlanga es amarga, que desaparezca alguien tan magnífico, tan mordaz, tan especial como él, cuesta creerla pero es lo que hay. Aquí todo dios está de paso.
Quien me conoce sabe de sobra (y quien no me conozca lo descubrirá ahora) que tengo gran afición por eso que que se llama cazar autógrafos y en base a una pregunta que me hicieron en su momento sobre cuál era el autógrafo que más ilusión me hacía tener, recuerdo que me costó mucho averiguarlo o caer en la cuenta (debido al número de firmas que tengo): Se trata del de Luis García Berlanga. Sí, sin duda. Puede haber otros muchos, más importantes quizá o más cotizados o admirados, pero el que más ilusión me hace tener es el de este hombre.
Recuerdo el momento: Estando en San Sebastián, Berlanga llegó de cenar y junto con otros compañeros me acerqué para pedirle su autógrafo. Gustosa y divertidamente nos atendió. Yo tenía en mis manos un número de la genial revista Nickelodeon (editada por José Luis Garci y amigos y totalmente recomendable) dedicado enteramente a Berlanga y tenía dudas sobre dónde quería tener su rúbrica dado el gran número de imágenes suyas que aparecían en la revista (que por cierto, de revista tiene poco, es casi un libro). Finalmente elegí una que me parecía muy simpática donde sale él sentado, y descalzo.
Al ver la imagen, Berlanga se sorprendió, sonrió y nos contó la historia: Se trataba de una imagen que le sacaron en no sé qué festival de cine (creo que Venecia) donde siempre le pedían que posara así o asá, y como ya estaba cansado, decidió descalzarse y estar tan a gusto.
Si le hubieran dejado (era tarde y su acompañante le instó amablemente a que se marcharan al hotel) hubiera seguido hablando y contándonos historietas de este estilo, porque seguía charlando. Una gozada de momento que sin duda guardaré en mi corazón y en mi memoria como una de las anécdotas más especiales que he tenido.
La fotografía en cuestión es la siguiente, y la dedicatoria reza: Para Jon, este abrazo de un pobre descalzo por no pagarme los productores.
Poco a poco se van yendo los grandes (hace ya unos años se fue Fernán-Gómez, también Rafael Alonso, más tarde Agustín González, José Luis López Vázquez, y más recientemente Antonio Ozores o Manuel Alexandre) y no nos acostumbraremos a sus marchas, sobre todo cuando vemos una y otra vez sus películas, pero la pérdida de Berlanga es amarga, que desaparezca alguien tan magnífico, tan mordaz, tan especial como él, cuesta creerla pero es lo que hay. Aquí todo dios está de paso.
Quien me conoce sabe de sobra (y quien no me conozca lo descubrirá ahora) que tengo gran afición por eso que que se llama cazar autógrafos y en base a una pregunta que me hicieron en su momento sobre cuál era el autógrafo que más ilusión me hacía tener, recuerdo que me costó mucho averiguarlo o caer en la cuenta (debido al número de firmas que tengo): Se trata del de Luis García Berlanga. Sí, sin duda. Puede haber otros muchos, más importantes quizá o más cotizados o admirados, pero el que más ilusión me hace tener es el de este hombre.
Recuerdo el momento: Estando en San Sebastián, Berlanga llegó de cenar y junto con otros compañeros me acerqué para pedirle su autógrafo. Gustosa y divertidamente nos atendió. Yo tenía en mis manos un número de la genial revista Nickelodeon (editada por José Luis Garci y amigos y totalmente recomendable) dedicado enteramente a Berlanga y tenía dudas sobre dónde quería tener su rúbrica dado el gran número de imágenes suyas que aparecían en la revista (que por cierto, de revista tiene poco, es casi un libro). Finalmente elegí una que me parecía muy simpática donde sale él sentado, y descalzo.
Al ver la imagen, Berlanga se sorprendió, sonrió y nos contó la historia: Se trataba de una imagen que le sacaron en no sé qué festival de cine (creo que Venecia) donde siempre le pedían que posara así o asá, y como ya estaba cansado, decidió descalzarse y estar tan a gusto.
Si le hubieran dejado (era tarde y su acompañante le instó amablemente a que se marcharan al hotel) hubiera seguido hablando y contándonos historietas de este estilo, porque seguía charlando. Una gozada de momento que sin duda guardaré en mi corazón y en mi memoria como una de las anécdotas más especiales que he tenido.
La fotografía en cuestión es la siguiente, y la dedicatoria reza: Para Jon, este abrazo de un pobre descalzo por no pagarme los productores.
Genio y figura, con un sentido del humor especial y una visión de España que tanto nos ha hecho disfrutar y que en tantas ocasiones nos ha hecho decir "qué mala leche tiene, pero cuánta razón".
Mil gracias, Berlanga, por Calabuch
Mil gracias, Berlanga, por Bienvenido, Míster Marshall
Mil gracias, Berlanga, por Plácido
Mil gracias, Berlanga, por El verdugo
Mil gracias, Berlanga, por Tamaño natural
Mil gracias, Berlanga, por La escopeta Nacional
Mil gracias, Berlanga, por Patrimonio Nacional
Mil gracias, Berlanga, por Nacional III
Mil gracias, Berlanga, por La vaquilla
Mil gracias, Berlanga, por Todos a la cárcel
Mil gracias, Berlanga, por tantas películas (por las citadas y por las que no están), por tantas risas, por tanta ironía ante todo.
Mil gracias.
Mil gracias, Berlanga, por Calabuch
Mil gracias, Berlanga, por Bienvenido, Míster Marshall
Mil gracias, Berlanga, por Plácido
Mil gracias, Berlanga, por El verdugo
Mil gracias, Berlanga, por Tamaño natural
Mil gracias, Berlanga, por La escopeta Nacional
Mil gracias, Berlanga, por Patrimonio Nacional
Mil gracias, Berlanga, por Nacional III
Mil gracias, Berlanga, por La vaquilla
Mil gracias, Berlanga, por Todos a la cárcel
Mil gracias, Berlanga, por tantas películas (por las citadas y por las que no están), por tantas risas, por tanta ironía ante todo.
Mil gracias.
PD: En el documental Por la gracia de Luis, dirigido por José Luis García Sánchez (que puedes ver aquí) colabora una buena parte de los actores que han trabajado con Berlanga, apareciendo al final del mismo José Luis Borau, diciendo que quieren lograr que el término berlanguiano sea aceptado por la RAE en la próxima edición de su diccionario. Su significado vendría a ser algo así como una forma de ver la vida, con ironía y crítica pero siempre con tono desenfadado, cómico.
no sabia yo que tenias tanta aficion por Berlanga :)
ResponderEliminarLa duda ofende, Chloe.
ResponderEliminarLuis García Berlanga era un genio sin ningún lugar a dudas, y allá donde narices esté ahora estoy convencido de que no se cortará y soltará ácidas perlas como sólo él sabía soltarlas. Y ya ni te cuento si por ahí se topa con otro genio: Rafael Azcona. Que seguro que se encuentran, porque sólo pueden estar donde están los grandes.
Qué hermoso homenaje, JON.
ResponderEliminarSiento su muerte pero siempre podremos disfrutar de EL VERDUGO o de PLACIDO y del resto, claro. Qué grande tiene que ser dejar un legado así.
Mis respetos,
El Guardián
Yo puede disfrutar de él hace ya muchos años, en el teatro principal, y acabado el ciclo de películas de Berlanga, apareció en el escenario. Para mí una de las charlas más interesantes que he oído, no sólo porque admiro su cine por encima de cualquier otro, sino porque me dí cuenta que al final las películas no reflejan más que lo que sus directores sienten y piensan, y que hay mil formas de hacerlo, pero sin duda la suya era la mejor... http://www.youtube.com/watch?v=s3s8zcBCVw4&NR=1
ResponderEliminarGuardián: Estoy totalmente de acuerdo con tus palabras. Un legado irrepetible que afortunadamente podremos disfrutar cuantas veces queramos, sea en el formato que sea.
ResponderEliminarAnónimo: Yo recuerdo que no pude estar en aquella sesión y me dio mucha rabia, pero qué se le va a hacer. Escucharle era todo un lujo y uno se quedaba siempre con la boca abierta y cómo no, esbozando cada dos por tres una sonrisa con sus historias.
¡Un saludo!