20 de septiembre de 2011

Rachel Weisz, Tom Hiddleston y su breve encuentro (The deep blue sea - Zinemaldia 2011)

Sección Oficial - Competición


Nada más empezar The deep blue sea las referencias son clarísimas: Breve encuentro (David Lean), Carta de una desconocida (Max Ophüls), el melodrama clásico en general... El comienzo es la voz en off de una mujer redactando una carta de amor de despedida, de esas que tanto duelen. Y además, informa de que se va a suicidar. A partir de ahí, y tras situarnos en el Londres de posguerra (alrededor de 1950), asistimos a la historia de Hester (Rachel Weisz) y su vida amorosa tanto con su marido (Simon Russel Beale) como con su amante (Tom Hiddleston). Primero con una serie de flashbacks magníficos y luego ya continuando la historia desde lo que se ve al inicio.

Basada en la obra teatral de Terence Rattigan, una de las cosas que más se le puede reprochar al director Terence Davies (a quien el Zinemaldia dedicó una retrospectiva de toda su obra en 2008) es precisamente que la ambientación es demasiado teatral, prácticamente el cien por cien rodada en interiores, pero claro, muchos de los melodramas clásicos de los 40 y de los 50 son de este estilo, con lo cual yo lo acepto y de hecho me parece que es todo un acierto. En cuanto a la iluminación, es bastante oscura, llegando a cansar un poco (Terence Davies ha afirmado en rueda de prensa que no ha sido consciente de este aspecto) pero que teniendo en cuenta la historia de la película, es aceptable.

La historia en sí gira en torno al amor, a lo que se puede hacer por amor, que pueden ser cosas maravisollas, así como terribles. Amores no correspondidos, infidelidades, insatisfacciones maritales... Visto así, el tema parece idéntico al de Take this waltz, y en cierto modo lo es, pero evidentemente con una factura completamente deiferente.


Los actores están sensacionales: Rachel Weisz, Tom Hiddleston y Simon Russel Beale. La primera con una contención que sorprende, muy sobria; el segundo con ese porte británico, mezcla de elegancia y saber estar, aunque por dentro esté aguantando cierta humillación; y Simon Russel Beale, que también posee esa elegancia británica, capaz de lograr sin diálogos y con una sola mirada transmitir todo lo que necesita su personaje.

En resumen: una película de corte clásico, con un final quizá algo alargado, con unos tempos muy marcados, muchos silencios y miradas que lo dicen todo, y que sin duda encantará a los amantes del melodrama.

Un 7.

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